Hannah Arendt

CAMPO DO DESAFÍO

Publicado: 13 dic 2025 - 02:40

Opinión en La Región
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Se cumplen 50 años de la muerte de la pensadora política Hanna Arendt. Nacida en Hannover en 1906, criada en Könisberg, la ciudad báltica de Kant, hoy enclave ruso de Kaliningrado, y fallecida en Nueva York el 4 de diciembre de 1975, Arendt sigue siendo una referencia en el ámbito de la teoría política. Alumna distinguida de Husserl, Jaspers -“donde aparece y habla, se hace la luz”-y Martin Heidegger, con quien mantuvo además una relación íntima espaciada a lo largo de décadas, la vida de Arendt tiene todos los ingredientes del agitado siglo XX: exaltación por las ideas, confianza y horror por la humanidad, persecuciones, toma de partido por los sionistas entre 1933 y 1940, acomodo en el mundo académico norteamericano y la nostalgia permanente de la lengua alemana.

En sus textos, quizá los más conocidos sean Los orígenes del totalitarismo (1951), La condición humana (1958) y el polémico Eichman en Jerusalén (1961), nunca encontraremos un sistema cerrado de ideas sino una caudalosa corriente de reflexiones que actúan con implacable voluntad forense. “No quiero influir; yo quiero comprender”, será la tarea autoimpuesta de una mujer que desde niña se sintió diferente: una inteligencia despierta y observadora. Sobre la oralidad de Arendt existe un documento imprescindible de su modo de reflexionar para comprender. Se trata de la entrevista que en 1964 le hizo el periodista Günter Gaus para la televisión alemana, accesible también en transcripciones de la Revista de Occidente, nº 220, o en el libro recopilatorio, Ensayos de comprensión 1930-1954. Durante poco más de una hora, Arendt explica su diluida, sin llegar a la asimilación, vivencia familiar del judaísmo; la no pertenencia al ámbito de la filosofía, sino al de la teoría política; su incomprensión –“soy antigua”- de la causa feminista; la esencialidad del comprender, también a través de la escritura, o su sentimiento de no pertenencia al pueblo alemán, aunque sí a la lengua alemana. Ofrece Arendt las más contundentes respuestas cuando recuerda la “uniformización” de sus colegas académicos durante el nazismo; el frío aserto de que “si te atacan como judía, debes defenderte como judía”; la consideración de que con la creación del Estado de Israel “se perdió algo muy bello, la específica humanidad judía” o su crítica al trabajo y el consumo y, su consecuencia, la soledad: “ser arrojado contra uno mismo”.

La verdad de los hechos, recuerda Arendt, es el material con que las ciencias trabajan, también la Historia, e incide en la imparcialidad como principio científico de ponderación. Qué existe en Arendt y resuena todavía hoy en tanta gente, tiene quizá relación con su independencia y esfuerzo por comprender. También con su punto de partida al intervenir en el debate público: “La confianza en el ser humano”.

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