Itxu Díaz
CRÓNICAS DE OTOÑO
Hay que ir sacando la ropa de fiesta
El principio de igualdad ante la ley es uno de los pilares fundamentales sobre los que se sostiene que cualquier sociedad que aspira a ser justa y democrática. Este principio, profundamente arraigado en los valores éticos y morales de la humanidad, establece que todas las personas, independientemente de su origen, género, religión, orientación sexual, condición socioeconómica o cualquier otra característica, deben ser tratadas de manera equitativa ante la ley. Su relevancia no sólo radica la dimensión jurídica, sino también en su capacidad para forjar una convivencia basada en la justicia y el respeto mutuo.
La igualdad ante la ley es reconocida como un derecho humano esencial, consagrado en múltiples tratados internacionales, como la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 o en el artículo 14 de la Constitución Española que establece que “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.”
Principio del formulario
En la práctica, este derecho significa que ninguna persona debe ser discriminada o recibir un trato preferencial por razones que no se justifique legalmente. La ley debe aplicarse de manera uniforme a todos los individuos, lo que implica que tanto los poderosos como los desposeídos, los gobernantes y los gobernados, están sujetos a las mismas normas y sanciones. Sin igualdad ante la ley, las sociedades se arriesgan a caer en sistemas arbitrarios y desiguales, donde los privilegios y la impunidad destruyen la confianza pública en las instituciones.
El principio de igualdad es también el cimiento de la justicia. Una justicia que discrimina, que da preferencia a unos sobre otros o que castiga de manera desigual a quienes cometen los mismos delitos, es una justicia que deja de ser justa. En este sentido, la igualdad ante la ley no sólo protege a los individuos de la discriminación, sino que garantiza que la justicia se administra de manera imparcial, fortaleciendo la legitimidad del sistema legal.
En las sociedades democráticas la igualdad legal también es esencial para la participación política. Sólo cuando todos los ciudadanos son tratados como iguales ante la ley, pueden ejercer plenamente sus derechos civiles y políticos, incluyendo el derecho al voto, la libertad de expresión y el derecho a un juicio justo. La falta de igualdad ante la ley socava la democracia misma, al crear ciudadanos de primera y de segunda clase.
El acceso desigual a la justicia es un obstáculo significativo. En muchos lugares, las personas con menos recursos económicos tienen dificultades para obtener una representación legal adecuada o para acceder a mecanismos de justicia, lo que perpetúa la desigualdad y la injusticia. Combatir estas disparidades requiere un esfuerzo constante y una voluntad política firme para reformar los sistemas legales y asegurar que las leyes se apliquen de manera justa y equitativa para todos. Esto incluye no sólo la eliminación de leyes discriminatorias, sino también la implementación de políticas que promuevan activamente la igualdad y la inclusión.
En definitiva el principio de igualdad ante la ley no es sólo un ideal abstracto, sino una condición indispensable para la construcción de una sociedad justa y democrática. Su aplicación efectiva es crucial para la protección de los derechos humanos, la administración de justicia y el funcionamiento de un estado de derecho en el que todos los ciudadanos puedan vivir con dignidad y respeto.
La igualdad ante la ley debe seguir siendo una meta central en la lucha por una sociedad más equitativa y justa, donde la ley sea un reflejo de la igualdad inherente a todas las personas.
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