Javier Lambán, un hombre admirable

Solo he hablado con él media docena de veces, pero era un hombre admirable. Seguro que habrá aragoneses que no coincidan con esa apreciación, porque en el escenario de la política es imposible encontrar adhesiones inquebrantables y respeto a quienes toman decisiones que no coinciden con el espíritu y la letra que emana de las alturas. Lo habitual es demostrar el seguidismo incondicional; no se acepta más bondad que la del que comparte mismas siglas y se niega admitir aciertos en el adversario.

Lambán ha sufrido la frialdad de compañeros, aunque ahora veremos elogios que nos llenarán de estupor. La hipocresía siempre acaba apareciendo. A la hora de la despedida definitiva se abre paso la generosidad que se negaba en vida.

La familia y amigos de Javier Lambán pueden sentirse orgullosos del recuerdo que deja atrás. Ha sido un hombre íntegro, con principios, fiel a sus ideas aunque no “tocara” defenderlas cuando su partido cayó en manos de un líder que ha hecho cuanto estaba en su mano para desmoronar las señas de identidad del PSOE; un PSOE al que España debe importantes iniciativas y decisiones de gran alcance social, y un presidente de Gobierno, Felipe González, que también puso el nombre de España en lugar de honor en el escenario internacional.

Javier Lambán no solo no se dejó contaminar por esa ola sino que tuvo la valentía de defender con uñas y dientes aquello que consideraba valores irrenunciables. Cuando la enfermedad atacaba con más saña y él mismo adivinaba ante el espejo que no iba a ganar la batalla, siguió con la fuerza de siempre aguantando las lanzas que le llegaban desde Moncloa y desde Ferra

Los aragoneses saben mejor que nadie cómo era Javier Lambán y cómo merece el homenaje de los españoles que no nacieron ni residen en su tierra; españoles que hace mucho tiempo que consideran a Lambán un político que se ha ganado a pulso el respeto generalizado. Uno de los pocos socialistas que han sabido mantenerse firmes ante el avasallamiento del sanchismo; él no claudicó , como ocurrió con destacados personajes del PSOE que, por conveniencia o por pereza para enfrentarse a quienes han echado abajo las señas de identidad del partido, se arrimaron a la ola que ha arrasado, a su paso, todo aquello que justificaba que el socialismo español mereciera el reconocimiento incluso de aquellos que jamás lo votarían.

Javier Lambán no solo no se dejó contaminar por esa ola sino que tuvo la valentía de defender con uñas y dientes aquello que consideraba valores irrenunciables. Cuando la enfermedad atacaba con más saña y él mismo adivinaba ante el espejo que no iba a ganar la batalla, siguió con la fuerza de siempre aguantando las lanzas que le llegaban desde Moncloa y desde Ferraz, donde se preparaban maniobras demoledoras para descalificar su biografía y amenazar con los males del infierno a quienes todavía le apoyaban. No pararon hasta colocar como líder del sanchismo aragonés a una ministra de escasa altura política pero capaz de aceptar cualquier exigencia que llegara a través de una indicación de la superioridad; o de repetir los argumentarios que le enviaban a diario y asumía sin cambiar ni una coma.

Javier Lambán salió de la política por la puerta grande. Sin renunciar a nada de lo que siempre defendió, sin miedo a decir lo que pensaba aunque el coste personal y político ha sido grande. En su partido han llegado a tratarle como un traidor. Pero los aragoneses, los españoles, saben perfectamente cómo era Lambán, lo que ha representado en el PSOE de verdad, cómo ha trabajado por su gente, por su tierra, y cómo ha aguantado los embates de los suyos cuando su cuerpo enfermo le pedía tranquilidad y sosiego.

Descanse, al fin, en paz.