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El dopaje ha existido desde siempre, pero el castigo a los tramposos ha ido laxándose con el paso de los años
Cuatro meses después del Tour de 1904, los cuatro primeros fueron descalificados por maniobras ilegales y ya se comenzaba a hablar de fármacos extraños. El dopaje llegaba muy pronto a la Grande Boucle y lo hacía para quedarse. Un siglo después son habituales los tachones entre los primeros clasificados, especialmente entre 1999 y 2012, donde un sinfín de maillots amarillos han sido entregados a posteriori. El dopaje ha existido desde siempre, pero el castigo a los tramposos ha ido laxándose con el paso de los años. En la Antigua Grecia los nombres de los usuarios de la sangre de Hefesto, el hueso de Ibis o el semen de Zeus, eran tallados en estatuas para ser deshonrados a perpetuidad. Hoy ya no es tanto así.
El actual número 1 del tenis, Jannik Sinner, da positivo en abril dos veces por clostebol, un esteroide anabolizante. El italiano sigue apareciendo en los cuadros del circuito aunque comienza a ausentarse de forma sospechosa. Cinco meses después, es declarado inocente por un espray aplicado para tratar una herida. Todo ello sin contar las múltiples contradicciones en el relato de los hechos. El caso recuerda, peligrosamente, al de Agassi. En 1997 fue advertido de un positivo por metaanfetamina, pero, una carta llena de medias verdades hizo que la ATP tapase el caso.
Se puede debatir la voluntariedad de las manos en el área de fútbol, pero el dopaje debe obedecer a unos marcadores objetivos
A Gasquet, el beso de una mujer que había consumido cocaína le valió a medias. Y el solomillo de Irún no impidió la sanción por clembuterol a Contador. Existe una larga lista donde también fracasaron la pasta de dientes de Baumann, los caramelos de la tía de Simoni o la medicación para el perro de Vandenbroucke. Y es que es urgente uniformidad a la hora de tratar estos asuntos. Se puede debatir la voluntariedad de las manos en el área de fútbol, pero el dopaje debe obedecer a unos marcadores objetivos.
En medio de esta locura arbitraria una mujer que ha tenido que batallar lo indecible por su honor. En octubre de 2022 Simona Halep dio positivo por roxadustat, un estimulador de la EPO siendo sancionada cuatro años. Tras una odisea, Halep consiguió demostrar que el consumo fue accidental en el contexto de una cirugía, pero el castigo solo se rebajó a nueve meses. Esta es la realidad de un deporte al que se le llena la boca hablando de igualdad.
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