Opinión

Un mensaje necesario

Celebrábamos ayer a un santo de gran categoría: Francisco de Sales (21/8/1567-28/12/1622) obispo de Ginebra, doctor de la Iglesia y patrono de la Familia Salesiana (D. Bosco es el fundador) y también de los escritores y periodistas. Estudió en diversas universidades y fue una vocación tardía al sacerdocio. En 1632 se exhumó su cadáver y las crónicas afirman que se encontraba en perfecto estado; con elasticidad en su cuerpo y emanando una fragancia dulce su ataúd. Es santo desde 1665 y doctor desde 1877. El Santo de la Amabilidad siempre con su rostro sereno y sonriente. Al terminar de estudiar, un canónigo de Sales y el obispo consiguieron del papa su nombramiento como deán de Ginebra. Su padre, que se oponía a su vocación sacerdotal, aceptó así su ordenación. Era alegre, paciente y optimista, con una gran dedicación a los pobres.

En 1594, entre los calvinistas, lo pasó muy mal viviendo en la pobreza y soledad. Su carácter amable y paciente logró cautivar y convertir a muchos. Afirmaba con frecuencia: “La mejor manera de predicar a los herejes es el amor, sin decir una sola palabra; yo prefiero vivir con los pobres”. Amigo del rey Enrique IV, más tarde fue obispo de Granier y fundó con Juana de Chantal la Orden de la Visitación, siguiendo a San Agustín, para mujeres jóvenes y viudas que querían vivir sin la rigurosidad de los conventos monacales.

Hay dos datos de su vida que siempre me han gustado. El primero de ellos, que se narra en su “Introducción a la vida devota”, es el concepto de santidad y en concreto la santificación en el trabajo. Expone allí que la exigencia de la santidad está en medio de cualquier trabajo, ya sea en la calle, en la fábrica o en cualquier profesión. Un concepto que nace con Francisco de Sales y que ya se vislumbra en el “Ora et labora” de San Benito y que trataron de seguir después otros santos fundadores sobre todo de instituciones de vida activa. Baste recordar el pensamiento de San Josemaría Escrivá al respecto, pero también Columba Marmión. Olvidando la doctrina de Francisco de Sales, que Don Bosco plasmó en su obra, se ha criticado a la familia salesiana de manera errónea de “activismo”.

Y la segunda idea es el patronazgo que ejerce sobre la profesión periodística. Es el estilo del santo que se plasma en sus múltiples escritos y publicaciones de una perenne actualidad y que acaso más de un profesional de los medios olvida. Aquel gran periodista que fue Herrera Oria lo recogía muy bien al cifrar en tres los pilares de los medios: “Informar, orientar y deleitar”. Porque el periodismo que se basase en el sensacionalismo, el escándalo o la provocación nunca respondería a las esencias, eso creo, de la profesión.

Francisco de Sales era la amabilidad y la cercanía; la sencillez y la información; la dulzura y las buenas noticias. Cierto que es noticia que un hombre muerda a un perro porque al revés nunca sería novedad. Pero más cierto es todavía que los medios debieran contribuir cada vez más en la formación de la sociedad, en su orientación seria y en el conocimiento cierto, equilibrado y noble.

Pasan las empresas periodísticas por una gran crisis, sobre todo en la parte escrita tradicionalmente en papel. Pero esa crisis, provocada por las nuevas tecnologías, nunca debiera resolverse en base a criterios sensacionalistas. La situación con tanto paro que rodea al sector es sumamente grave y requiere ingenio y cordura para resolverlo porque una sociedad sin medios de comunicación estaría en primer lugar mal formada y carecería de los necesarios y diferentes puntos de vista esenciales para su correcta convivencia. Noble profesión que requiere urgentes soluciones por bien de esa sociedad.

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