Opinión

Lo de la leche, no se resuelve a leches

Desde comienzos de los años 90, los diferentes estudios realizados sobre el sector lácteo en España ponen de manifiesto que el término que caracteriza al sector es el de crisis. Ese término sigue estando vigente en la actualidad, como un problema enquistado. Poco o nada ha cambiado en las estrategias para solventar los problemas que afectan tanto a las explotaciones como a las industrias.

Lo cierto es que las dificultades no afectan por igual, ni a todas las explotaciones, ni a todas las industrias. Un primer problema es el que deriva de que la cuota láctea atribuida a España es inferior al consumo total.

Por otro lado, la realidad nos muestra, especialmente en Galicia, salvo excepciones, la realidad del minifundismo de las explotaciones y de las industrias. A ello hay que añadir el hecho de que las grandes cadenas de distribución vienen utilizando la leche como un producto reclamo, con lo que se actúa comercialmente siempre a la baja de los precios. En consecuencia, los grandes de la distribución son los que fijan los precios, endurecen las condiciones de la demanda y segmentan el mercado de la oferta y ésta entra en el choque de la lucha de precios con ventas a la baja. Esa práctica a lo único que conduce es a alcanzar la situación de venta a pérdida, a la que han llegado muchas explotaciones y algunas industrias. De ahí que surja la lucha en la calle.

Hay que tener en cuenta que el consumidor no distingue entre marcas, ni entre calidades y es ajeno a los problemas del sector, pues su motivación de compra, se limita al precio más bajo.

Para resolver los problemas del sector, tradicionalmente el Gobierno gallego, ha venido acudiendo tradicionalmente a la concesión de créditos sindicados asumiendo parte de los intereses. En suma, el efímero mecanismo de subvencionar a las explotaciones y a las industrias. Esa praxis ha supuesto mantener al sector en una constante crisis, de la que se ha demostrado que nunca será capaz de salir, con esos mecanismos financieros, que se han demostrado ineficaces. La leche es un producto estratégico en la economía gallega, por su importante contribución a la producción final agraria y de cuya comercialización dependen unas 65.000 familias de ganaderos. En consecuencia, precisa de soluciones eficaces.

Se ha puesto de manifiesto que las industrias gallegas no son capaces de recoger y comercializar toda la leche que se produce en Galicia, con lo cual sería necesaria la creación de nuevos grupos cooperativos como los ya existentes, que fuesen capaces de absorber la totalidad de la producción.

Por otro lado, desde el punto de vista de las explotaciones en las que impera el minifundismo debe producirse una transformación importante, que debería venir por la vía del asociacionismo cooperativo.

Y llegados a este punto, efectuadas las transformaciones estructurales necesarias tanto en el sector productivo como en el industrial, resultaría que las grandes empresas de distribución ya no se encontrarían en la posición de superioridad actual frente al sector lácteo como viene sucediendo hasta ahora. En síntesis, podría tratarse de crear un organismo al estilo de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), que tan buenos resultados les ha dado en el mercado internacional del petróleo. Y, desde luego, abandonar de una vez por todas el mecanismo de las subvenciones que ningún resultado positivo han producido al sector. El sector necesita que la Administración invierta en crear las condiciones adecuadas de funcionamiento y el asesoramiento técnico para la reestructuración y el mantenimiento, así como la inversión en investigación que tan necesaria resulta para cualquier sector productivo o industrial y para éste en especial, por su permanente situación de crisis.

El sector tiene que concurrir en el mercado, porque la competencia y la lucha abierta con los grandes centros de distribución está condenada al fracaso. Las luchas callejeras son efímeras, se quedan en la anécdota y a los pocos días, nadie se acuerda, continuando las cosas igual. La lucha tiene que ser por el cambio estructural y organizativo. La experiencia viene demostrando que darse de bofetadas con los otros resulta estéril.

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