Opinión

A Clamadoira

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios’. Así comienza un himno muy antiguo a la Virgen, que los sacerdotes rezamos todas las noches, antes de acostarnos. Los santuarios marianos de Galicia, casi siempre situados en las montañas, tienen observatorios en los pueblos, que les rodean (al girar una curva del camino, al subir una loma, entre las ramas de un bosque, en un cruce de caminos); desde ellos sus devotos los miran y hacen una oración de súplica, de acción de gracias, de petición de auxilio o de alabanza complacida a la Madre de Dios, Santa María. En el santuario de las Ermitas, los observatorios se convierten en balcones para mirar desde arriba al fondo del valle del Bibey y allí contemplar el lugar más venerado de la comarca. En el santuario de los Milagros los pueblos del valle tienen su lugar adecuado para mirar al santuario de la Virgen. En ellos se reza la Dios te salve, Reina y Madre de misericordia. Los devotos de a Virgen llaman a esos obser vatorios reverencias.


Los pueblos de a Baixa Limia, situados a ambos lados del salto de las Conchas, levantan su mirada hacia el monte da Clamadoira para tomar un aire en sus faenas del campo, para encomendar sus preocupaciones a la Santa y para pedirle su bendición, que la suponen, al sentirse mirados desde tan hermosa atalaya por la Madre de Dios. En su novena le cantan: encende as nosas lámpadas, Señora, antes que as tebras convirtan a esperanza en feridas e troquen a fe en xiada con el precioso himno del poeta Manolo Blanco Luis. Los vientos que corren no facilitan el aprecio y vivencia de los valores del Evangelio. Nos conocemos y sabemos que, con la Virgen como intercesora, todo resultará más fácil. Por eso añadimos a nuestra oración mariana: estas terras de Muiños en orfandades sabias, pídenche que abenzoes o suco e a distancia, ós vivos e ós ausentes, o olvido e a lembranza.


La procesión de la Virgen alrededor del campo de la fiesta y del santuario viene a ser como una mística confabulación entre los devotos y la Virgen María que, con cantos y avemarías, intiman, dialogan, declaran el amor y prometen volver para el año que viene a contarle a su confidencial y santa amiga el transcurso de los días, de las semanas, de los meses, con el paso de la historia. Al final siempre la súplica: Bendícenos, tierna madre, desde el trono de tu altar.


Un motivo especial mueve a los peregrinos de la Clamadoira en este año: ganar la gracia jubilar del Año paulino, previa confesión, comunión y oraciones por el Santo Padre. El señor obispo ha designado este santuario mariano como templo jubilar.


Después de disfrutar de las paradisíacas vistas de la montaña da Clamadoira, vuelta a la vida rutinaria con el deseo de volver a subir al monte santo, en compañía de la familia, para el próximo año.



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