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O nadal sempre serás ti, “abueli”
En el tercer set de la final de Australia de 2022, Medvedev disponía de tres bolas de break para sentenciar el partido. El “win predictor” del torneo le otorgaba un 96% de probabilidades de victoria, pero, de un modo indescifrable, Rafa Nadal consiguió darle la vuelta.
Reconozco que, en aquel 2022, soñé con el Calendar Grand Slam
A ese Melbourne, llega recién operado de su vitalicio Müller-Weiss y tras una semana destrozado por el Covid. No es nada sorprendente en una carrera de 29 lesiones que le han apartado más de 2.000 días de las pistas. Habiéndose perdido más de un lustro -cinco años y medio- de competición, ha completado uno de los mejores palmareses de la historia. Reconozco que, en aquel 2022, soñé con el Calendar Grand Slam, pero la victoria ante Fritz en los cuartos de Wimbledon con una rotura abdominal de 7 milímetros fue el último milagro. El volumen de las alertas de su cuerpo ya era ensordecedor, a pesar de nunca dejar de ser fiel a su máxima: darse una nueva oportunidad.
Se despide el Día Mundial de la Salud Mental, con el mensaje necesario de parar cuando cuerpo y mente dicen basta
El vacío que deja Nadal es un cráter del tamaño de la luna que nos acompañaba a los que veíamos sus partidos en las antípodas. Se despide el Día Mundial de la Salud Mental, con el mensaje necesario de parar cuando cuerpo y mente dicen basta y con la lección de que un 4% de esperanza es suficiente si deseas algo con fervor.
En el documental ‘Strokes of Genius’ que orbita alrededor de la final de Wimbledon de 2008, conocida como el partido del siglo, el periodista William Skidelsky ofrece una explicación plausible al desgaste de Nadal comparándolo con su mayor rival y amigo: “Federer encarna la ausencia de esfuerzo. Es pura destreza, talento, arte. Nadal es sinónimo de esfuerzo y de sus cualidades: resistencia, potencia muscular, fuerza, aguante”. Las incalculables horas que llevo visionando tenis desde que Vicario y Bruguera dominaban el Bois de Boulogne me permiten suscribir todas sus palabras.
Nadal es un estajanovista, un obrero raso que sabe que en el sudor de su frente está su pan
Federer es el noble caballero de armadura exquisita, ataviado de un blanco inmaculado que no se corrompe ni con las briznas de hierba que saltan de los gráciles movimientos con los que, en los campos de fresas, somete a cualquier insolente que ose desafiar su corona. Nadal es un estajanovista, un obrero raso que sabe que en el sudor de su frente está su pan. Una relación directa entre sangre y recompensa que le lleva a correr detrás de todas las pelotas amarillas como un sabueso desatado. Y lo hace bajando al barro, rebozándose en el mismo polvo de ladrillo con el que construye sus sueños, sin miedo a partirse la cara. En la unión de los dos extremos, en el eclipse de ambos astros, sublima la catarsis, el éxtasis, el tenis.
El cincel de Nadal y la pluma de Federer han escrito, a su manera, su deseo abrasivo de subir a lo más alto y, sin saberlo, han elevado su esencia, la de los dos, a la eternidad.
Kierkegaard, padre del existencialismo, centró gran parte de su trabajo en el deseo como motor de la experiencia humana: “el goce decepciona, la posibilidad no”. Las oportunidades que se ha ido dando Rafa a lo largo de su carrera lo han convertido, junto a Roger, en el mayor epítome del deporte, un estatus inalcanzable para nadie más que ellos. El cincel de Nadal y la pluma de Federer han escrito, a su manera, su deseo abrasivo de subir a lo más alto y, sin saberlo, han elevado su esencia, la de los dos, a la eternidad.
@jesusprietodeportes
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