Editorial
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EL ÁNGULO INVERSO
Claro que sí. El miércoles, después de una larga ausencia, volví al Couto. Gran partido de Copa: el humilde Ourense Club de Fútbol y el Girona, que acababa de empatar nada menos que con el Real Madrid.
Se quedó un momento pensativo. “¿Recuerda usted aquel Ourense de la temporada 1967/68 que ganó los 30 partidos, todos los que jugó. Fue un acontecimiento. La prensa internacional se hizo eco de la gesta”
Cierto, mi generación creció con el fútbol en las televisiones en blanco y negro. Decían que Franco lo utilizaba para aborregarnos. Mira tú, hoy el fútbol es ya una religión. Las cadenas no paran de transmitir partidos. He de confesarlo, yo también tengo un equipo que es mi pasión. Inevitablemente, soy del Atlético de Madrid.
Tuve mi peña en Madrid. Era una peña de rockeros, unidos por un programa de radio: El Búho. Vaya programa. Comenzaba a las 12 de la noche y todo Madrid lo sintonizaba. Lo dirigía Paco Pérez Bryan. Quizás fue el mejor programa musical de la Transición. Se montó un equipo de fútbol en el que estaban rockeros como Rosendo, Manolo Tena, Miguel, gente de la radio… Por allí andaba yo, de suplente, esperando que el entrenador me dijese: “Calienta, Jaime”.
La cuestión es que casi todos éramos del Atlético. Buenos tiempos de Leivinha, Arteche (nuestro Beckenbauer) y cuánto disfrutamos de las galopadas de Futre.
Lo conté alguna vez, hay que joderse, tenía yo 16 años, enviaba crónicas de atletismo a mano a La Región que con frecuencia me publicaban. Cierto, un día enfermó un cronista de deportes y me llama el director del periódico: “Chaval, ¿te atreves con el fútbol? ¿a viajar con los equipos de la ciudad y hacer las entrevistas en vestuario?”.
Aluciné, el domingo a las 8 de la mañana, allá estaba con el inolvidable Luis Soria, que me buscó un sitio en el autobús. Verídico: vi debutar a Miguel Ángel y lo seguí toda la temporada. En aquellos campos embarrados lo paraba todo. Ya tenía su sueño entre ceja y ceja. Varios mundiales. Era también compañero de curso mío en el Cisneros. Me contó: “Cuando llegué, lo pasé mal, porque el entrenador Miguel Muñoz decía que yo era un mono saltimbanqui. Prefiero porteros sobrios y serios como Ramallets, me espetó. Allá fui cedido. ¡Como es la vida!, llega Miljanic al Madrid y, sin más, me puso de titular”.
Pero volvamos al Ourense – Girona. ¡Qué barbaridad! Once jabatos con fe y valentía hicieron morder el polvo a un equipo que no hace tanto jugaba la Champions. Sus despojos quedaron al borde del río Miño.
Los nuestros salieron al campo como iluminados por la diosa Calpurnia. Como en los viejos tiempos, 5.000 aficionados rugían emocionados. Esa noche se hizo verdad el verso “Dejad que el trigo crezca en la frontera”.
A la salida, un decano de la grada, ya anciano, me tomó del hombro: “Mire usted y escríbalo si puede. Antes de morir me gustaría ver que ambos equipos, Ourense Club de Fútbol y Unión Deportiva Ourense, se unen y forman un solo equipo poderoso y temido”.
Se quedó un momento pensativo. “¿Recuerda usted aquel Ourense de la temporada 1967/68 que ganó los 30 partidos, todos los que jugó. Fue un acontecimiento. La prensa internacional se hizo eco de la gesta”.
(Cierto, el equipo nacido al otro lado del Miño, el miércoles fue el equipo de todos. Ay, habrán de restañarse viejas heridas, desalojar rivalidades enfermizas. Querido aficionado, ojalá veas cumplido tu sueño).
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