Loida, famosa guerrera

Publicado: 09 feb 2025 - 02:10

El ejercicio estimula la función inmune, favorece la función de las moléculas con capacidad antitumoral y libera adrenalina, hormona que inhibe vías de señalización del cáncer”. Así concluye un artículo de la Sociedad Española de Oncología Médica sobre ejercicio y cáncer.

La atleta paralímpica Loida Zabala.
La atleta paralímpica Loida Zabala.

Es evidente que el deporte es bueno. No solo aleja la eventual aparición de cánceres, sino también de enfermedades cardiovasculares, hipertensión, obesidad o diabetes. Pero no lo es todo. Los seres humanos viajamos a través de esta vida infame con un código genético que, en ocasiones, se convierte en una bomba de relojería a punto de estallar. La recaída del capitán de Las Palmas, Kirian Rodríguez, es una de esas noticias que nos encoge el corazón, pero su ejemplo, ya habiendo superado un primer embate, aporta otro motivo más para creer que esto del cáncer ya no es como antes.

Loida tiene claros sus próximos objetivos: “revalidar el título de campeona de Europa, ahora con cáncer, y llegar viva a Los Ángeles 2028”

Así lo muestra la historia de Loida Zabala, epítome de la fe. Con once años estuvo postrada varios meses por una mielitis transversa. Su vida quedó unida a una silla de ruedas que ella identifica como la libertad de poder salir del hospital. Decidió hacer pesas para volverse independiente y tanto dominó el powerlifting que en 2008 consiguió un diploma paralímpico en Pekín. Superó otro duro golpe en 2012. Una agresión de su ex pareja estuvo a punto de privarla de los Juegos de Londres pero consiguió otro diploma a los que se sumaron los de Río 2016 y Tokio 2020. La de París iba a ser su quinta cita olímpica pero le detectaron un cáncer de pulmón en estadio 4 avanzado que se había diseminado a hígado, riñón y cerebro provocándole pérdidas del habla y otros trastornos como la imposibilidad de reconocer algunos objetos. Su motivación y la terapia consiguieron que, dos meses más tarde desapareciesen los tumores del cerebro. Se incorporó a los entrenos de inmediato y se plantó en París con indecibles esfuerzos por bajar de peso, desconociendo hasta el último segundo si podría competir. Ganó su quinto diploma y, en medio de una alegría rebosante transformada en lágrimas declara: “estoy súper agradecida con la vida por haberme traído hasta aquí”.

La fe de Loida es la de todos los que padecen cáncer. El 4 de febrero, celebramos el Día Mundial contra esta lacra con lazos verdes porque ese es el color de la esperanza, del resurgimiento y de una primavera que siempre vuelve. El verde calma, tranquiliza y reduce el miedo al fracaso. Una seguridad que aportan los avances y que curan el cáncer más que nunca.

Conocí a Loida el pasado 8 de noviembre en el Congreso Gallego de Personas con Cáncer y Familiares y allí pude comprobar la fuerza de su nombre. Proviene de las voces germánicas ‘hlod’ y ‘wig’ que, combinadas, se traducen como “famosa guerrera”. A lo largo de mi vida he tenido acceso a las historias de miles de deportistas, pero ninguna con la energía que transmite la de Loida. Creo firmemente que es el relato más poderoso que nunca he escuchado y me embauca de una manera sobrenatural, convirtiéndolo, para mí, en la mayor hagiografía deportiva que han visto los siglos.

Loida tiene claros sus próximos objetivos: “revalidar el título de campeona de Europa, ahora con cáncer, y llegar viva a Los Ángeles 2028”. En su móvil tiene una alarma para cuando llegue el momento que dice “¡Sigues viva!” y estoy convencido de que la escuchará con un medalla paralímpica colgada de un pecho en el que florece la esperanza.

@jesusprietodeportes

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