Madre (del deporte femenino) no hay más que una

Publicado: 04 may 2025 - 08:42

La deportista francesa Alice Milliat, durante una prueba de remo.
La deportista francesa Alice Milliat, durante una prueba de remo.

Lorca dice algo así como que “todo lo que soy, lo que he sido y lo que seré poéticamente se lo debo a mi madre”. Vicenta es la piedra angular sobre la que se edifica la descomunal literatura de un genio que los fusiles borraron demasiado pronto. Nunca bien ponderada, en su virtuosismo se esconden, a los pies de un piano o bajo las líneas del teatro de Víctor Hugo, las primeras lecciones de un escritor que dominó todos los géneros para convertirse en el más influyente de España. Maestra brillante, tuvo que dejar la pedagogía al casarse, en un tiempo en el que las mujeres, como en la prehistoria, todavía se dedicaban a la crianza y a la recolección.

Puede que la suerte de Alice Millait residiese en la temprana muerte de su marido, tan solo cuatro años después de contraer matrimonio, aunque mucho me temo que el tesón de la traductora de Nantes jamás se hubiese amilanado ante cualquier acólito del heteropatriarcado que pretendiese circunscribirla a la cocina.

Porque el destino de las mujeres no es solo engendrar carne de su carne, sino también ser madres de hitos rotundamente fundamentales para el desarrollo de la humanidad

Fue ella quien cambió el sino de la invisibilidad de la mujer en la competición. Ni una sola mujer compitió en la reanudación de los Juegos Olímpicos, en Atenas 1896. En París 1900 lo hicieron en un exiguo 2% y su presencia solo era permitida en disciplinas “acordes con su naturaleza femenina”. Las ideas misóginas del promotor del evento, el barón Pierre de Coubertin, subyacen la exclusión: “el deporte femenino es poco interesante, antiestético e inapropiado”; unas ideas que camparían a sus anchas muchos más años de los que ya lo hicieron si no fuese por la intervención de Millait. Sus tesis descansaban en dos bastiones fundamentales. La fuerza de las mujeres, que habían sostenido la economía mundial desde las fábricas en tiempos de guerra, y el voto, para que pudiesen ejercer presión en asuntos determinados.

Destacó en natación y hockey, siendo el remo donde consiguió mayores logros como ser la primera mujer en recorrer el Sena en menos de 12 horas. Se formó como maestra, trabajó como au-pair, aprendió siete idiomas y ejerció como traductora con el estallido de la Gran Guerra. Pronto se convirtió en el azote del machismo deportivo y lo hizo con una espada forjada por ella misma en 1921: la Federación Internacional de Deportes Femeninos.

Se enfrentó al padre del olimpismo y ante la negativa de su Comité Olímpico, se sacó de la manga diversos eventos de atletismo femenino que, cada año, multiplicaban sus banderas y participantes. Su porfía derivó en la puesta en marcha de los Juegos Olímpicos Femeninos, de los que se celebraron cuatro ediciones con una repercusión insólita. Todo este clamor impulsó una negociación tras la que los organismos correspondientes incluyeron a las mujeres de manera oficial en los Juegos, reconocieron las competiciones femeninas y, finalmente, los eventos internacionales mixtos.

Alice Millait enviudó joven. No se volvió a casar. No tuvo ningún hijo. Y se convirtió en la mujer más importante de la historia del deporte. Porque el destino de las mujeres no es solo engendrar carne de su carne, sino también ser madres de hitos rotundamente fundamentales para el desarrollo de la humanidad.

@jesusprietodeportes

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