La maquilladora de Pedro Sánchez que le pagamos los españoles

A partir del descubrimiento de los apaños de dos de sus hombres de máxima confianza y misión, dentro del Gobierno, uno y como agente especial para cerrar los apaños con Puigdemont para seguir contando con su confianza, ambos sujetos su mano derecha dentro del partido sucesivamente, hemos visto y estamos viendo estos días a un Pedro Sánchez demacrado, cuyo rostro pretende reflejar una profunda crisis personal que se manifiesta en su físico. Está bien pensando para trasmitir a los españoles la imagen de un hombre asolado por las decepciones de sus hombres de confianza. Pero esta teatral representación, y nunca mejor dicho, tiene una maga, mejor dicho, una eficiente maquilladora que, desde 2021 está contratada por la Moncloa, dentro de los servicios generales para dar a la cara del presidente y de otros miembros del Gobierno.

La maga se llama Ana Renedo y cada vez que Sánchez tiene que comparecer en público se pone en sus manos. Esta especialista en maquillaje para televisión es licenciada en Ciencias Químicas y una veterana de servicios en la Moncloa. Ya en tiempos de Rajoy, en 2015, eran requeridos sus servicios, al menos dos veces al mes en la sede de la presidencia del Gobierno, pero Sánchez la ha incorporado a su servicio permanente. Por cada sesión cobra entre 206 y 331 euros, dependiendo de si el servicio se presta en Moncloa o en una localización desplazada. Este gasto no se limita a Pedro Sánchez: también abarca a vicepresidentas, ministros y otros cargos que requieren servicios de imagen antes de actos públicos o comparecencias.

Ana Renedo usó los recursos del maquillaje teatral para que el rostro de Sánchez reflejara su abatimiento. Pero a cuenta de los españoles.

La maquilladora acompaña a Sánchez en todo momento, para configurar su rostro conforme exija la ocasión. Realmente, su trabajo ha sido excelente, cuando recientemente tuvo que dar a la cara del presidente el matiz que exigía su mensaje victimista y confesó sentirse profundamente decepcionado con quienes eran sus hombres de confianza. Ana Renedo usó los recursos del maquillaje teatral para que el rostro de Sánchez reflejara su abatimiento. Pero a cuenta de los españoles. Desde 2020, el Gobierno ha destinado un total de 247.000 euros a servicios de imagen, según se observa en el informe de la Secretaría de Estado de Comunicación de la Presidencia del Gobierno. Esta cifra, que cubre tanto al presidente como a otros altos cargos, incluye contratos adjudicados específicamente para maquillaje y peluquería, tanto en Madrid como en desplazamientos oficiales.

Su trabajo es técnicamente impecable. Según el marco donde debe actuar Sánchez, como experta profesional, estudia las condiciones de luz, cámara, reflejos, planos y todo lo que afecte al resultado final. Como hemos visto estos días da al rostro de Sánchez lo que su aspecto requiere, cadavérico y demacrado, jugando con las sombras y los tonos del maquillaje en mandíbula, la nariz, la frente y los pómulos, destacándolos con tonalidades oscuras. Esta forma de esculpir un rostro mediante el uso de luces y sombras se denomina “contouring” y se emplea para dar a los rasgos de una persona un determinado aspecto, según convenga. La maquilladora, como en el caso de Sánchez debe elegir el tono adecuado del maquillaje a emplear, con gran esmero. La otra cuestión es si se puede justificar el elevado gasto público de este servicio, en un país con tantas necesidades prioritarias en otros ámbitos. Lo cierto es que, desde que llegó a la Moncloa, Sánchez ha dedicado recursos públicos a su propia imagen, sin pararse en el costo, incorporando a la maquilladora como un miembro más de los servicios de la Presidencia, esencialmente para él.

Una de las evidencias más notables del montaje teatral de Pedro Sánchez es que convoque ruedas de prensa, sin preguntas; es decir, su discurso televisivo, que como mero mensaje se podría resolver con un comunicado. O sea, que no son ruedas de prensa, sino meras funciones, en las que los periodistas, si son convocados, son meros espectadores de una función, como en el teatro o el circo.