Antonio Casado
Cumbre de la desunión europea
Como buena jurista, Margarita Robles ministra de Defensa, compareció en el Senado rodeada de cámaras para demostrar, pruebas en mano, la impecable labor del ejército en los pavorosos incendios de agosto.
El Partido Popular, que ha convertido la que pretendía ser la Cámara de las Autonomías en su sede parlamentaria, vendió, como una prueba de fuerza, la citación “para dar explicaciones” a los ministros implicados. No les ha salido bien la jugada porque era tal el cúmulo de pruebas que muchos senadores aburridos jugueteaban con sus teléfonos móviles o preparaban su respuesta, que resultó ser menos acusatoria y enérgica de la que habían soñado.
Para colmo de males, la ministra no repartió a diestro y siniestro, para centrar sus críticas sobre todo en Mañueco, el presidente de Castilla y León, al que acusó de no haber hecho los deberes en los tres primeros meses del año, que es cuando se apagan los incendios. Como siempre ha hecho, desde que está a cargo de las Fuerzas Armadas, defendió su prestigio, su dedicación y su labor. Ahí es difícil callarla. No consiente que nadie se quiera hacer “fotos” a costa de ningún cuerpo del Ejército. Por si sus señorías no se habían enterado, les recordó que, a esa misma hora, un miembro del Mando de Artillería está siendo intervenido tras resultar herido gravemente en un incendio en Ourense. Y narró como, el dieciocho de agosto, se solicitaron veinte helicópteros de trasporte y dos días después ninguno se había utilizado.
Lo que resulta más curioso es que Margarita no es de las ministras más queridas por Pedro Sánchez
Al final de su intervención, se atrevió a poner tareas a los senadores populares para que exijan a sus presidentes autonómicos la imprescindible inversión de mantener la masa forestal y los campos para evitar tragedias.
Lo que resulta más curioso es que Margarita no es de las ministras más queridas por Pedro Sánchez. No hay más que recordar los mensajes que se intercambiaba con Ábalos. Solo la alta valoración de su gestión en las encuestas la hace intocable, por ahora.
Y es porque tampoco se calla en los Consejos de ministros, ni tiene la docilidad que tanto gusta al Jefe del Ejecutivo. Porque, en la actual etapa política, los cargos de responsabilidad no los ocupan aquellos capacitados para la función, si no los leales más allá de la norma.
Así comienza un otoño político que promete crispación y juego sucio.
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