Ser mayores

UN CAFÉ SOLO

Publicado: 28 abr 2025 - 07:47 Actualizado: 13 may 2025 - 17:32

Opinión en La Región.
Opinión en La Región. | La Región

Ourense es una provincia envejecida. Y longeva. Así lo dicen las estadísticas. Las mismas que, según la información publicada en este periódico, indican que es la única de Galicia que cumple e incluso supera la ratio recomendada de cinco residencias por cada cien personas mayores de 65 años. Los números y las expectativas señalan además que el próximo año rozará las 7.000 plazas en centros para mayores. A la espera de esas futuras construcciones, ahora tiene 124 residencias. No suena mal, aunque sí insuficiente ya en el presente. Ahí están las largas listas de espera.

Los porcentajes matemáticos otorgan otro número uno a Ourense: es la que más oferta privada de plazas tiene frente a la pública (81,5% y 18,5% respectivamente). Eso quizás ya resuene un poco peor, si pensamos en el coste económico que implica para los usuarios y sus familias. Porque esta provincia también es la número uno en tener la pensión media más baja de España.

Pero que todo esto no enturbie los grandes anuncios de futuras obras. Aunque me resulten incompletos. Está bien construir, posiblemente sea la primera piedra para el bienestar de las personas mayores que lo necesitan. Pero un edificio vacío no es más que frío cemento que no calentará ningún cuerpo. Las residencias requieren de personal para convertirse en espacios seguros con atención de calidad a las necesidades de los más vulnerables. Y esta fase nunca cuenta con anuncios de grandes inversiones.

Qué poco interés mostramos ante las condiciones precarias en las que se trabaja en la gran mayoría de los lugares en los que dejamos a nuestros mayores. Debería importarnos mucho más. Porque esas personas son las que los alimentarán, las que sostendrán sus manos, las que cuidarán de que su dignidad no sea algo del pasado, las que velarán por su cuidado y les prestarán atención, que no es la misma cosa. Son las que pueden ayudar a que la soledad no les devore y que la sonrisa aflore.

Pero no podrán hacerlo si hay una sobrecarga de trabajo, si tienen que atender a un número excesivo de personas, si tienen que correr para llegar a tiempo y poder cumplir con lo mínimo estipulado. Nada que objetar a que nos muestren el mobiliario y los amplios espacios comunes. Incluso a que nos digan que son un auténtico lujo. Pero nosotros deberíamos querer ver cómo se gestionarán los recursos humanos y servicios básicos como la comida o la limpieza, porque eso es lo que realmente marcará la diferencia entre el paraíso y el infierno. No olvidemos que quien habita hoy esos lugares son nuestras personas queridas y que mañana seremos nosotros mismos. No hagamos que Antonio Gala tenga razón cuando dijo: “Ser viejo es ser vencido por la amarga sospecha de no importarle a nadie”.

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