Carlos Risco
LA CIUDAD QUE TODAVÍA ESTÁ
La puerta que fue bodega en la calle Hernán Cortés
El título de hoy me ha recordado los buenos momentos disfrutados contemplando películas como “Tambores lejanos” (1951) de Raoul Walsh, “Una trompeta lejana” (1964), del mismo director, y “Tacones lejanos” (1991), la comedia negra de Pedro Almodovar. Y es que resulta que un grupo de científicos ha recuperado el ADN de algunas bacterias que vivieron en el interior de los mamuts, hace más de un millón de años. Y vaya de paso la referencia a otras dos míticas películas así tituladas, una de ellas con Rachel Wells en su máximo esplendor cinematográfico.
Este hallazgo sin precedentes supone un salto en la paleogenética que nos permitirá conocer cómo han evolucionado a la par los grandes mamíferos prehistóricos y sus bacterias. Las ventajas de este estudio son múltiples, desde el rastreo de los linajes bacterianos antiguos, pasando por el conocimiento más detallado de las claves ecológicas de la extinción, ya que algunas de estas bacterias ahora identificadas, como Pasteurella o Erysipelothrix continúan provocando graves infecciones en animales contemporáneos.
No solo se trata de resucitar especias extintas, sino de aventurarnos en una campo de consecuencias imprevisibles para la salud de los animales y los seres humanos
También está siendo muy útil para el perfeccionamiento de técnicas de laboratorio que pueden analizar el ADN en cepas bacterinas fragmentadas y extintas. Los microbiólogos especializados ya hablan de la paleomicrobiota. Además no podemos olvidarnos de la existencia de varios proyectos empeñados en la desextinción de los mamuts y otras especies prehistóricas, al más puro estilo de la saga “Jurassic Park”. Conocer qué bacterias formaban parte de la microbiota de estos animales podría ser determinante para volver a traerlos a la vida. Pero algunos expertos se muestran más cautos, porque estos genomas bacterianos se encuentran fragmentados, hecho que impide asegurar si nos hemos encontrado con agentes patógenos o no.
No solo se trata de resucitar especias extintas, sino de aventurarnos en una campo de consecuencias imprevisibles para la salud de los animales y los seres humanos. ¿Se imaginan revivir a una bacteria hibernada, que pueda causar graves infecciones en la actualidad, y para la cual no existan tratamientos antibióticos posibles? La respuesta no estaría nada mal para inspirar un guión de ciencia ficción. No olvidemos que todas estas noticias, según como sean enmarcadas, pueden saltar fácilmente desde lo científico a lo sensacionalista, alimentando expectativas exageradas, fantasiosas e incluso conspiracionistas.
Asimismo, la bioética tiene algo que decir: no es lo mismo resucitar una especie extinta que crear una nueva híbrida a partir de unos genes primitivos, y que ineludiblemente tendría que desarrollarse en el útero de una elefante moderna. Todo esfuerzo científico debe ser equilibrado, curioso con el pasado, pero respetuoso con el presente. Y con el futuro.
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