Eduardo Medrano
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El regreso de Donald Trump definirá un giro en la estrategia económica y geopolítica de EE UU. Su enfoque centrado en el proteccionismo, el nacionalismo económico y la militarización de las relaciones internacionales definirá un escenario volátil tanto en el comercio como en la estabilidad global.
Con un inquilino de la Casa Blanca decidido a imponer la ley del más fuerte y sin preocuparse por mantener las alianzas, el mundo se adentrará en una etapa de incertidumbre en la que la economía y la política serán terreno de disputas. El desafío para el resto del mundo será encontrar un equilibrio donde el orden tradicional parece haber quedado atrás, y donde la cooperación es cada vez más frágil y escasa. El trumpismo pivotará sobre la desregulación, las guerras comerciales y las rebajas fiscales.
Esta vez, el electorado ha votado plenamente consciente de quién es Trump y de cómo maneja el poder, superando el argumento de protesta contra el establishment de 2016. Ahora, su reelección representa algo más, un voto a favor de un estilo de liderazgo que prioriza los intereses nacionales a ultranza y rechaza la integración en un orden global estable, abriendo la puerta a una economía aún más polarizada y un escenario internacional volátil. Nadie puede llamarse a engaño.
El segundo mandato de Trump traerá más nacionalismo económico y más proteccionismo y, en consecuencia, nuevos conflictos comerciales
Trump se ha impuesto sin contrapesos en su partido y rodeado de figuras ultraconservadoras, con las que buscará aplicar una política económica caracterizada por el proteccionismo extremo y las medidas comerciales punitivas, que incluyen aranceles significativos en su guerra económica tanto contra China como contra Europa. En su primer mandato, Trump ya rompió consensos sobre política exterior y economía internacional al impulsar su lema de America First (América primero), renunciando al papel de garante del orden liberal global que durante décadas había definido la estrategia estadounidense.
El regreso de Trump a la Casa Blanca marca, pues, una intensificación de su enfoque proteccionista. Según Carlota García Encina, investigadora del Instituto Elcano, las primeras señales apuntan a una política económica aún más “transaccional”, con un tratamiento indistinto hacia aliados y rivales.
Este enfoque plantea una amenaza directa para las relaciones comerciales entre EE UU y sus socios europeos, en especial Alemania, a los que Trump ya calificó de “free-riders” que dependen demasiado del esfuerzo militar y económico estadounidense. Para Trump, el comercio mundial no debería estar regido por un interés común, sino por los intereses nacionales individuales de cada país, un enfoque que inevitablemente generará choques con aquellos que se vean perjudicados.
Es probable que Trump imponga aranceles elevados a China y que Europa también sea un objetivo de su política comercial. La Unión Europea, especialmente Alemania y Francia, no será inmune a las consecuencias de este nuevo ciclo de políticas arancelarias, que probablemente traerán consigo represalias comerciales. Trump ha dejado claro que no le tiembla la mano al aplicar sanciones y que sus políticas económicas estarán orientadas a proteger los sectores que considera clave para EE UU, sin importar el impacto en los mercados globales.
Pero el alcance de la presidencia de Trump no se limita solo al comercio. Su regreso trae consigo un cambio radical en la geopolítica y en la estrategia de seguridad.
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