¿Qué necesitas para dimitir, Álvaro Ortiz?

Publicado: 11 jun 2025 - 03:05

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En cualquier democracia sólida, la figura del fiscal general del Estado debe representar un pilar de imparcialidad, integridad y defensa del interés público por encima de intereses políticos o personales. Es el garante de que la justicia funcione con independencia y que nadie, por poderoso que sea, quede fuera del alcance del Estado de derecho. Sin embargo, en el desempeño de Álvaro Ortiz como fiscal general, se han encendido múltiples alarmas que no solo afectan su credibilidad personal, sino que están erosionando gravemente la legitimidad de toda la institución.

Desde su llegada al cargo, Ortiz ha sido señalado por su cercanía con el poder ejecutivo, comprometiendo la independencia que se le exige a su función. Sus intervenciones públicas y decisiones procesales han coincidido con los intereses del Gobierno en momentos clave, generando una percepción de subordinación que debilita la confianza ciudadana. Esta imagen de “fiscal del Gobierno” y no del Estado ha calado hondo, especialmente cuando ha optado por no actuar -o actuar tarde y mal- en casos sensibles que involucran a figuras del oficialismo.

El verdadero impacto es que hoy, el Ministerio Público enfrenta una crisis de legitimidad ante los ojos de la sociedad. La justicia, ya de por sí lenta y muchas veces ineficaz, se percibe ahora como arbitraria y manipulada.

El daño va más allá de una mala gestión administrativa. El verdadero impacto es que hoy, el Ministerio Público enfrenta una crisis de legitimidad ante los ojos de la sociedad. La justicia, ya de por sí lenta y muchas veces ineficaz, se percibe ahora como arbitraria y manipulada. Esto alimenta el cinismo social, la desconfianza en las instituciones y, peor aún, abre la puerta al populismo punitivo o al descrédito total del sistema democrático.

Cuando el fiscal general deja de ser garante y se convierte en una figura de controversia permanente, cuando la confianza ciudadana se erosiona día tras día, y cuando incluso dentro del Ministerio Público se clama por un cambio, la pregunta se impone con urgencia: ¿Qué más necesitas para dimitir, Álvaro Ortiz? No se trata de una cuestión ideológica ni personal. Se trata de ética pública, de responsabilidad institucional, de saber cuándo dar un paso al costado por el bien mayor. Seguir en el cargo solo profundiza la herida, y cada día que pasa sin asumir consecuencias es un día más de desgaste para una de las instituciones más importantes de la democracia.

La renuncia no siempre es una derrota. A veces, es el único acto de dignidad que queda.

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