Sonia Torre
UN CAFÉ SOLO
Las nostalgias
UN CAFÉ SOLO
Hay fotografías del pasado que ya solo ve a través de la memoria. Se hacen presentes durante unos segundos y, aún así, siente el pellizco en el estómago. Sacude la cabeza en el intento de que la imagen salga despedida de nuevo hacia algún rincón de la memoria que la vuelva invisible. Dejó de mirarlas en el papel, donde quedaron atrapados momentos y personas. No es capaz de soportar ese dolor que se incrusta inundando todo de un inexplicable y triste malestar. Nostalgia lo llaman.
Añoranzas personales que aparecen y nos dejan enredados en una melancolía que resta energía y agota, durante unos momentos, las pilas para seguir
No es capaz de encontrar la contrapartida beneficiosa a esa sensación que consigue borrar la luz que inundaba el instante capturado por la cámara. Cuando la añoranza por el pasado se impone, los recuerdos pierden la alegría de haber sido vividos y se convierten en un peso lastimoso. Porque queremos volver a estar allí, exactamente de la misma manera, y sabemos que eso ya nunca será posible. Y ahí se acabó el disfrute.
Decía Gabriel García Márquez: “Crecemos con sueños en nuestros ojos y canciones en nuestros labios, y descubrimos luego que la vida no es lo que pensábamos que sería. Y luego, descubrimos la nostalgia”. Por eso tiene ese poso amargo.
Dicen los expertos que esa sensación no solo se produce ante la evocación de lo que fue y de lo que fuimos. De los bailes que llenaron noches. De la ligereza por no tener grandes responsabilidades. De la seguridad de una casa donde nos abrazaban. De las amistades que no necesitaban agenda para verse. De las alegrías que aparecían porque sí. Aseguran que uno también puede sentir nostalgia de lo que no fue. De lo que se quedó atrás por falta de decisión. De lo que no disfrutamos por miedo. De lo que evitamos por si acaso. Añoranzas personales que aparecen y nos dejan enredados en una melancolía que resta energía y agota, durante unos momentos, las pilas para seguir. Lo bueno es que podemos evitar que se cronifique y conseguir que desaparezca de la misma manera que comparece.
Después están las otras nostalgias. Las que se contagian. Las que se comparten en grupo. Las que diluyen la realidad. Las que falsean las consecuencias. Marcel Proust afirmó: “El recuerdo de las cosas del pasado no necesariamente es el recuerdo de las cosas como en realidad sucedieron.” Y ahí surgen los sembradores de falsas memorias. Los expertos en confundir y retorcer las historias y la historia. Con un trabajo bien hecho. Cada vez tienen una mayor cosecha para recoger. Lo dicen las encuestas. Han logrado que malos tiempos pasados sean tiempos añorados, incluso para quienes nunca los conocieron. Las nostalgias personales nos dañan a nosotros mismos, las colectivas implantadas salen a la calle dispuestas a herirnos a todos. Ya nos lo cantaba Jorge Ilegal: Tiempos nuevos, tiempos salvajes.
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