Ofelia Cardo exorciza las sombras del pasado

ARTE ET ALIA

Publicado: 15 dic 2025 - 06:10

15 agosto 1938, y Una cama, una tumba, (2020) y  Duelo, (2023), tela.
15 agosto 1938, y Una cama, una tumba, (2020) y Duelo, (2023), tela. | La Región

O de como el dolor de la pérdida desde la perspectiva del yo familiar se expresa con el mundo textil, principalmente -esencia de lo femenino-, poniendo luz al camino del silencio por décadas. Desde una perspectiva de género precisa y muy adecuada en el que tiene cabida el mundo de la alimentación, tan usual y fundamental, decisivo, aunque por cotidiano no se suele mencionar. O de como en esta exposición de la artista levantina Ofelia Cardo Cañizares (Valencia, 1967), realizada en una exposición multidisciplina desde el reino de su memoria selectiva familiar, se expande en instalaciones que dominan la pequeña sala Alterarte, obra de esta profesora catedrática de artes plásticas y diseño en la EASD (Escola de arte superior de deseño) de la Xunta de Galicia en Ourense, donde es docente, especialidad ebanistería.

Pans
Pans | La Región

Divide la muestra desde la entrada en dos zonas complementarias, a la izquierda -sinistra manu-, ámbito de lo oscuro, del que penden retales de telas de mandil en la que aplica lejía purificadora, que las decolora, al igual que en las rectangulares a modo de díptico, entre las que intercala palabras, que son nombres femeninos -Angustias, Martirio, Dolores, Soledad, Amparo, Olvido, Socorro-, mujeres significadas en la amplia y crudelísima postguerra tras 1939, en sus tierras del E, últimas en ser ocupadas por las fuerzas militares del ejército de Franco contra el gobierno de la República, tras el frustrado golpe militar en 1936. En uno de los extremos, cuelga un vestido talar negro, color usual para el duelo ante la muerte, con varias capas. Es el tiempo de lo nocturno de “Longa noite de pedra” del poeta Ferreiro Míguez en definitorio verso, la parte por el todo, que es Galicia, tierra sin episodios bélicos aunque con represión desde 1936, canon.

Un escribir, que diría Cortázar, para desenterrar las palabras y las cosas que se nos han quedado atrapadas en la garganta.

Enfrente, a la derecha de la sala, destaca la mesa con panes en rebanadas afiladas con rallador de cocina, dispuestas cual cabezas de lanzas. Son también el cuerpo-pan que pierde su forma. Alimento fundamental, la de historias de entonces que hay en mi Cea, donde todo gira en torno a los hornos de pan... En la pared, dibujos sobre tela, espejo ante el hambre -cartillas de racionamiento hasta 1952-, con plantas consideradas forraje, comidas de subsistencia (puchero de hinojos, boniato en almíbar, lentejas o patatas viudas, puchero de hinojos, borrajas de patatas, gachas manchegas, tortilla de collejas, sopa de ajo, pan de castaña o café de algarroba), para narrar un tiempo, el de la dura y represiva paz de la posguerra con una elevación de miras que transciende del símbolo unidireccional al mundo más amplio de la alegoría. Al fondo, en el centro, la pieza principal, un nocturno con estrellas efigiadas en ganchillo, 15 de agosto de 1938, fecha en que su abuela conoce la muerte de su esposo, ante la que hay un lecho de lana de oveja, colchón nocturno, o tumba... Es la implicación emocional de Cardo, que evoca una historia femenina de sostén frente al silencio, en palabras de la comisaria Paula Cabaleiro. Un escribir, que diría Cortázar, para desenterrar las palabras y las cosas que se nos han quedado atrapadas en la garganta.

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