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Pongámoselo fácil. Intentemos que les sea imposible decir que no. Hagámosles una oferta que no puedan rechazar. No es tan complejo conseguirlo porque poseemos un producto singular, atractivo, saludable y pegado a las tendencias de consumo: los balnearios. Son una de nuestras señas de identidad y el exponente de uno de nuestros principales valores económicos, pero todavía no hemos logrado (no me pregunten por qué) sacarles una pequeña parte de su rendimiento potencial. Tal vez porque no hemos sabido envolverlos en esa oferta que a cualquier viajero le costaría dejar pasar de largo. El convenio suscrito ayer entre la Diputación y Renfe, con descuentos especiales en el tren y desplazamiento directo desde la estación de origen hasta el propio establecimiento termal, es todo un ejemplo de cómo ir construyendo un destino turístico difícil de ignorar.
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