Contra el oscurantismo negacionista

Publicado: 31 oct 2024 - 00:50

Hubo un tiempo no muy lejano en el que las sociedades hacían caso a la ciencia. Durante un periodo, especialmente tras la Segunda Guerra Mundial, los gobiernos y pueblos tendían a entender que los avances científicos y sus predicciones debían ser escuchadas. De igual manera, sociedades que sabían lo que era sufrir por el hambre o la guerra, daban pasos para configurar elementos de protección pública ante penurias, dificultades o desastres.

Parecía, en definitiva, que la comunidad internacional y sobre todo las sociedades tomaban conciencia de la complejidad y la multidimensionalidad de los riesgos del tiempo presente y de la necesidad de escuchar a la ciencia y de cooperar para darles respuesta.

Pero el consenso sobre basar las predicciones en la ciencia y apoyar sin fisuras lo público como protección ante cualquier eventualidad y desastre natural se fue resquebrajando por el empuje de ideologías negacionistas. Negacionistas del valor de la ciencia y negacionistas del valor de las herramientas de protección ante emergencias de las que solo gracias a lo público nos podemos dotar.

Ante la llegada de este nuevo escenario, en el final del siglo pasado, el sociólogo alemán Ulrich Beck acuñó un término que un día como hoy nos debería llevar a reflexionar: sociedad del riesgo. Beck alertaba de los riesgos derivados de las “Oleadas de racionalización tecnológica y cambios en el trabajo y la organización social: cambios en el estilo de vida, cambio en las estructuras de poder e influencia, en los modelos productivos, en las percepciones de la realidad y en las pautas de conocimiento” que pueden amenazar a las comunidades humanas. En definitiva, Beck nos alertaba de un nuevo oscurantismo, del cual el negacionismo climático y el individualismo son probablemente sus últimas expresiones anticientíficas y antisociales.

La pandemia, los constantes episodios climáticos extremos y las alarmas que un día sí y otro también llegan de los paneles científicos de ONU y de tantas otras agencias científicas deberían hacernos conscientes de una realidad inapelable: convivimos con un tiempo histórico donde las amenazas para la vida, la seguridad de las personas y sobre todo para el equilibrio del propio planeta son cada vez mayores.

El terrible drama de lo vivido ayer en Valencia nos recuerda una realidad inexorable: Nadie se salva solo ante una catástrofe

¿Cómo vamos a responder a los peligros generados por décadas de urbanismo descontrolado y el riesgo que significa hoy el cambio climático? ¿Cómo vamos a revertir los riesgos amplificados por la mala gestión de las cuencas hidrográficas y de los recursos hídricos, las prácticas de agricultura y ganadería extensiva o la deforestación?

En 2023, la base de datos de Naciones Unidas registró un total de 399 desastres relacionados con amenazas naturales. Estos eventos resultaron en 86.473 muertes y afectaron de forma directa a 94 millones de personas en el planeta. Con gigantescas consecuencias económicas: según estimaciones del banco mundial, cada año los desastres empujan hacia la pobreza alrededor de 26 millones de personas.

El informe “Vivir con el riesgo”, auspiciado por Naciones Unidas en 2004, ya indicaba el camino: si la eliminación de los riesgos es imposible, preparémonos para mitigarlos y afrontemos el problema de modo global: más recursos para la ciencia y más medidas efectivas para detener la escalada de las catástrofes catalogadas como “naturales” pero que tienen un incuestionable amplificador en el cambio climático.

Hace solo un año y dos meses, el 4 de septiembre de 2023, la prestigiosa Agencia Estatal de Meteorología, Aemet, se vio obligada a defenderse ante los ataques y señalamientos de alarmismo recibidos desde el negacionismo político por sus predicciones ante la DANA que asoló zonas de las provincias de Madrid y Toledo: “Aemet siempre trabaja con rigor y con un alto nivel de responsabilidad. Ayer fue un día muy complicado para muchas personas y para los servicios públicos cuyo fin es la salvaguarda de vidas y bienes. La prevención es fundamental para este objetivo. Gracias por el apoyo. Seguimos”

El terrible drama de lo vivido ayer en Valencia nos recuerda una realidad inexorable: nadie se salva solo ante una catástrofe. Y la ignorancia y el oscurantismo son la peor receta ante un tiempo histórico que exige ciencia y cooperación.

La archiconocida Jane Goodall, primatóloga y antropóloga inglesa sobre la que se basó la taquillera película “Gorilas en la niebla”, se preguntaba: ¿Cómo es posible que la especie con la mayor capacidad intelectual de la historia esté destruyendo su único hogar?

Para garantizar un planeta habitable frente a la soberbia de algunos deberíamos tener muy presente la máxima ambientalista: los humanos creen que no necesitan a la naturaleza, pero es la naturaleza la que no necesita a la humanidad.

Contenido patrocinado

stats