Antonio Casado
Cumbre de la desunión europea
Ese es el nombre del alabado mejor jugador del Mundial sub-20 de fútbol masculino disputado en Chile. Acaba de cumplir veinte veranos y juega en el Watford, el equipo inglés que presidió Elton John y que cuenta ciento cuarenta y cuatro años de historia. El número siete de la selección marroquí que derrotó a Argentina este domingo apunta como una de las estrellas de la vigésimo cuarta Copa del Mundo de 2030 que tendrá como sedes España, Portugal y Marruecos (también se disputarán, para sus selecciones, los partidos inaugurales para conmemorar el centenario de la primera Copa del Mundo, en Argentina, Paraguay y Uruguay).
Marruecos cuenta con una selección absoluta ya hoy muy potente, donde destaca el defensa del PSG Achraf Hakimi –su camiseta con el número dos es la más vendida-, con el madridista Brahím Díaz con el número diez. Imagínensela con Yamal si no hubiera optado por jugar con España… El tiempo también le ha dado la razón al mítico técnico Carlos Salvador Bilardo – el ginecólogo que hizo campeona del mundo en México 1986 a la Argentina de Maradona- que predijo hace décadas la explosión del fútbol africano con Marruecos a la cabeza porque “jugaban en todas partes”.
Siguen jugando en todas partes y, ahora mismo, “construyendo estadios e infraestructuras” también por todas partes (uno de los motivos de las manifestaciones juveniles de las últimas semanas reivindicando mayor inversión en sanidad y educación públicas, “sofocadas” por el discurso del rey Mohamed VI ante el Parlamento decidiendo, posteriormente, incrementar los presupuestos de 2026 creando veintisiete mil nuevos empleos, dos nuevos hospitales o medidas para facilitar la participación de los jóvenes en política). Mantiene Marruecos esa fortísima identidad nacional con signos externos como la bandera del país “también en todas partes” o la fotografía del monarca en cualquier establecimiento abierto al público, presumiendo de la “tolerancia con otras culturas o religiones”. Al occidental nos sigue llamando la atención los cinco momentos de rezo diario, siendo significativo, a través de potentes altavoces, el correspondiente a las seis de la mañana, que no pasa inadvertido. Esa imagen de las terrazas de las cafeterías sólo con hombres, lo mal visto de los gestos externos de cariño en plena calle o el contraste entre los usos y costumbres más tradicionales con lo más avanzado tecnológicamente (para muestra la mezquita de Hassan II en Casablanca -la segunda más grande del mundo después de la de La Meca- construida sobre el agua, con un techo que se abre automáticamente como el más vanguardista estadio deportivo). Un lema nacional como “Dios, la Patria, el Rey” que es credencial del régimen, que hace reflexionar tanto en este siglo XXI, como el proverbio árabe que dice “hay cuatro cosas que no vuelven: la flecha arrojada, la palabra ya dicha, la oportunidad desperdiciada y la vida pasada”.
Es el Reino de Marruecos el más occidental de los países del norte de África, conocidos como el Magreb (“occidente”) siendo su cultura una mezcla de influencias árabes, bereberes, europeas y africanas. A poco más de noventa minutos de vuelo podemos encontrarnos con influencias fenicias, romanas y árabes, atravesando playas, desiertos y cordilleras como el Rif y el Atlas. Cité Casablanca, la ciudad más poblada (más que Rabat, Tánger y Marrakech juntas), popularizada mundialmente por la película de Michael Curtiz ganadora del Oscar en 1943, ambientada como el lugar, durante la segunda guerra mundial, a la que llegaban escapando del nazismo gentes de todas partes –llegar era sencillo, salir imposible-. Así se llamaba el film pero ninguna escena de la legendaria cinta protagonizada por Humphrey Bogart e Ingrid Bergman se rodó allí. Para evocarla está abierto desde 2004 el “Ricks Café” donde un auténtico piano Pleyel de la década de los treinta sigue interpretando “As time goes by”. Woody Allen la homenajeó en “Play it again, Sam” (“Tócala otra vez, Sam”) de 1972 (en España “Sueños de un seductor”), “inventando” una frase que nunca se pronunció en la película de Curtiz: Ilsa –el personaje de Bergman- dice al pianista: “Tócala una vez” (“play it once”) y “tócala, Sam” (“play it, Sam”). Claro que es cine. Volviendo al inicio: quien ahora seduce es la selección marroquí y sus aficionados están deseando decir: “Tócala otra vez, Othmane Maamma”.
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