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Denigrada y perseguida por sus adversarios, mitificada e idealizada por sus adeptos; no siempre la masonería es objeto de una mirada imparcial como la del historiador Alberto Valín Fernández, autor de una extensísima obra sobre la presencia del hiramismo en Galicia y sobre este influyente fenómeno social, ideológico y político a niveles universales. Estos días han visto la luz sus dos últimos y extensos trabajos, titulados Masonería y conspiración liberal en España (Editorial Masónica) y Galicia y la masonería en el siglo XIX (Editorial Publicaciones). Ambos libros forman parte de un ambicioso proyecto que, si bien inicialmente pretendía ser una simple reedición de su obra completa, ha acabado transformándose, prácticamente, en una obra nueva.
A finales del siglo XIX, la masonería vive un momento álgido en España. Atraídos unos por las ideas de fraternidad y tolerancia que, teóricamente, se practicaban en su seno; otros por el atractivo, juramentado y secreto mutualismo que esta sociedad practicaba; o por la pretendida influencia y poder que esta tenía, muchos ven en ella una vía de escape al asfixiante dominio de las instituciones tradicionales, convirtiéndose en punta de lanza de los movimientos liberales y democráticos.
Las logias se conciben como lugares de sociabilidad modernos, no muy diferentes ―salvo por la parafernalia y la reserva― de los clubes y casinos que proliferan por aquel entonces en villas y ciudades. En Celanova, por ejemplo, tuvo su existir una logia llamada “Luz de la Celda”, bajo el paraguas obediencial de la Federación de Logias Independientes Galaicas.
Como podemos leer en el segundo libro citado del profesor Valín, apenas contamos con una exigua información sobre la existencia de esta sociedad extraída del Boletín de Procedimientos, órgano oficial del Soberano Gran Consejo General Ibérico. Así, en una “plancha” o nota fechada en marzo de 1895 se recoge la solicitud de exaltación al grado 14.º del “Venerable Maestro de la nueva logia ‘Luz de la Celda’, de los valles de Celanova, con la que podéis contar en el número de vuestros adictos y la que cuenta con un personal escogidísimo por todos los conceptos”.
De este “personal escogidísimo” sólo conocemos los nombres de dos “hermanos”: el “Venerable Maestro” Carlos Arias y Rodríguez, cuyo nombre simbólico era Bernardo del Carpio, y el secretario, Leopoldo Seoane, simbólico Viriato.
El primero fue un adinerado indiano celanovés que, a su muerte, ocurrida en 1906, legó parte de su herencia a “fundar y sostener una institución benéfica de carácter privado, que se denominará ‘Hospital de San Carlos’ en el cual recibirán asistencia y asilo los enfermos e imposibilitados pobres que en absoluto carezcan de toda clase de bienes”, según reza su testamento.
En cuanto al “hermano” Viriato, lo más seguro es que se trate de Leopoldo Seoane Veloso, director del periódico El Correo de Celanova, semanario editado entre 1893 y 1895 que pretendía convertirse en el portavoz oficial del movimiento republicano en la villa de Curros Enríquez, conocido francmasón este célebre poeta que contribuirá con algún que otro artículo en el citado tabloide dirigido por el “hermano” Viriato. A Leopoldo Seoane se le llegará a instruir una causa en 1894 (de la que saldrá absuelto) por delito de lesa majestad por “injurias y ofensas inferidas a los poderes públicos y al Gobierno de la Nación, contenidas en artículos publicados en el periódico Correo de Celanova números 45 y 55”, según la citación que se publica en el Boletín Oficial de la Provincia por el juez instructor correspondiente.
De acuerdo con el profesor Valín, esta pequeña logia celanovesa es, a todas luces, singularísima, pues en ella se concentran las dos caras de la praxis masónica en España: la de la politización liberal tradicional (por lo general de clara tendencia republicana) y la de la filantropía como es el caso de tantos otros masones, como la benéfica obra que llevó a cabo otro ourensano de reconocido prestigio como fue el verinés José García Barbón.
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