Prudencia y cautela

CRÓNICA INTERNACIONAL

Publicado: 12 oct 2025 - 02:10

Opinión en La Región
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Tras el júbilo y la esperanza porque el alto el fuego firmado entre Hamás e Israel bajo el auspicio del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, pone fin a dos años de guerra y a 66.000 muertos gazatíes provocados por el genocidio israelí, y estipula la liberación de la veintena de rehenes en manos del grupo terrorista y de la entrega de los cadáveres que aún retienen, llega el momento de ponerse manos a la obra y de desarrollar el pacto alcanzado que tiene más sombras que luces hasta que pueda considerarse un verdadero plan que garantice la seguridad, los derechos de los palestinos, la recuperación íntegra de su territorio y la posibilidad de que se avance en el mandato de las Naciones Unidas de que se reconozcan mutuamente dos Estados capaces de convivir en paz y con seguridad.

Israel, que ha matado hasta el último minuto de la entrada en vigor del alto el fuego, aprobado finalmente por su gobierno con la oposición de los ministros ultraderechistas y ultraortodoxos que lo componen, ha comenzado la retirada de sus tropas de alrededor del 50% de la Franja de Gaza, y tiene que autorizar como primera medida la llegada de la ayuda humanitaria para paliar el estado de hambruna en el que mantiene a la población gazatí, -que es otra forma de la guerra-, y en segundo lugar, dar muestras de que el alto el fuego no se romperá y de que ha renunciado a terminar el trabajo de destrucción y desplazamiento de los palestinos. Hamás, por su parte debe cumplir el compromiso de entregar las armas y de abandonar cualquier intento de tener un papel protagonista en el futuro político de la Franja.

A cambio del fin de los bombardeos, y de que no se desate “un infierno como nunca antes”, como amenazó Trump a Hamás sino aceptaban el alto el fuego, la Franja de Gaza se verá sometida a un nuevo proceso de colonización

A la vista de los sucedido en ocasiones anteriores, de las motivaciones políticas de cada uno de los protagonistas de las partes implicadas, la volubilidad de las opiniones y acciones de Donald Trump, de las circunstancias políticas que rodean a Netanyahu y de la irresponsabilidad de Hamás, se impone la cautela hasta que se pueda dar por finalizada la guerra en Gaza, por el temor latente a que Israel continúe con su objetivo de la destrucción total de Hamás una vez que hayan sido entregados los rehenes.

Pero sin que se produzcan esos pasos iniciales es prematuro comenzar a atisbar cual será el futuro para los palestinos en ese territorio, cómo será el proceso de reconstrucción de infraestructuras y viviendas y quién y cómo se dirigirá el proceso político, si se aceptará la presencia de una Fuerza Internacional de Interposición, en qué momento se producirá la retirada definitiva del ejército israelí del territorio ocupado y cuáles serán las garantías para que no vuelva a repetirse la invasión y la destrucción. A cambio del fin de los bombardeos, y de que no se desate “un infierno como nunca antes”, como amenazó Trump a Hamás sino aceptaban el alto el fuego, la Franja de Gaza se verá sometida a un nuevo proceso de colonización, en el que se entremezclan los intereses económicos -la construcción de la Riviera Trump- con la laminación de los derechos del pueblo palestino, la presencia de fuerzas militares extranjeras, y el hecho de que la Franja de Gaza seguirá siendo la mayor cárcel a cielo abierto del mundo.

En esta ocasión tanto la presión de la comunidad internacional que comienza a dar muestras de cansancio con la masacre realizada por Israel, como los cambios en la opinión pública de ese país pueden ser determinantes para que el alto el fuego tenga una cierta viabilidad, sin que por ello se pongan las bases para afrontar los problemas de fondo que envenenan el conflicto entre Israel y los palestinos.

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