Santiago Soto Iglesias
2025: Ano Castelao. A perspectiva dun médico
LA CIUDAD QUE TODAVÍA ESTÁ
Mis amigos se apellidan como los árboles, como el agua, como el viento. Yo también me tengo nombres de familia que hablan de las piedras y del río. Somos cosas vivas, naturaleza portátil que camina como la montaña y canta como la fuente. Gente con nombre, porque va en la condición humana el ponerle nombre a los sitios, a los objetos, a los semejantes. Recibimos los nombres de las personas y de los lugares, pero eso no significa siempre que les llamemos así, porque es también muy sano saltarse la supuesta norma y referirse a las cosas de una manera diferente, imperfecta, mejor. Lo irregular es casi siempre lo correcto. Lo que nace sin normas. Lo que se autocoloca. Lo que se autocorona. En una ciudad, construida a través de hitos perdurables y espacios simbólicos a veces pensados, casi siempre nacidos del capricho y la chapuza, hay que hacer fuerza ahí, en lo desapercibido, lo secundario, lo desprotagonista.
Pero no hace falta llegar y maldecirlo todo como un tipo agriado y sentenciante. Antes de llegar, junto a los jardincillos del padre Feijóo, está el puesto de garrapiñadas. Ahí nos vamos a consolar.
Caminar desde el parque de San Lázaro hasta la plaza Mayor debe ser obligatorio para cualquier ourensano contemporáneo. Hay que caminarlo y no de otro modo, que Auria es una ciudad hermosamente caminable que debería cerrarse a todo tráfico rodado sin excepción. Y este lienzo de ciudad es además la calle del paseo, la del encuentro vecinal, la del bipedismo, la de la alegría de vivir. Un eje lleno de señales veladas, de esculturas-trampa, de símbolos que no le importan a nadie, apenas al turista despistado que las fotografía, como esa lechera intrigante, el coche de rally fundido en bronce para tapar el respiradero de un parking funesto, una especie de fauno subido a un pirulo de piedra plantado en el medio que incordia al que pasa por allí... La plaza mayor, antes lugar de soportales y esparcimiento entre vecinos ha sido tomada por djs que tienen carta blanca para llenarlo todo de ruido, el trenecito ridículo de las termas (el trenecito es ridículo porque el turismo también es ridículo) y todo tipo de montajes y desmontajes que la pervierten como lugar-acontecimiento. Es una plaza del afuera, para los que vienen, no para los que viven. Pero no hace falta llegar y maldecirlo todo como un tipo agriado y sentenciante. Antes de llegar, junto a los jardincillos del padre Feijóo, está el puesto de garrapiñadas. Ahí nos vamos a consolar.
El puesto de garrapiñadas La Granadina, en Lamas Carvajal, lleva ahí toda la vida o, al menos, toda la mía (mamá recuerda otro puesto que se llamaba la Alhambra). Un lugar casi ambulante de pirulís, frutos secos y manzanas caramelizadas que es mucho más importante que estas esculturas-trampa y demás simbolismos de despiste. Y es importante, no sólo por sus años de historia, sino como recuerdo de las viejas ciudades-freiduría y herencia poética de los vendedores callejeros de Oriente, que son culturas sabias que saben cómo organizar el espacio público. El puesto de las garrapiñadas está abierto a la vida y debe desplegarse la mercancía cada jornada, como siempre se ha hecho. Es el que manda olfativamente en este rincón, historia viva de la ciudad y un pedazo, muy dulce, de su memoria colectiva. Aquí tendría que estar el dinero público, ayudándolo para que no desaparezca, que cualquier día se jubilan sus dueños y algún indocumentado permitirá construir sobre su cadáver cualquier estupidez prescindible. Un paseo por este ourense, sorteando patinetes eléctricos, coches enseñoreados y bicicletas del delivery, es mucho mejor paseo rillando unos cacahuetes garrapiñados, que son golosina más conveniente que toda esa guarrada industrial que también nos llevamos a la boca (porque toda golosina es siempre buena noticia). Garrapiñarse debería ser un anhelo espiritual.
Contenido patrocinado
También te puede interesar
Santiago Soto Iglesias
2025: Ano Castelao. A perspectiva dun médico
Julián Pardinas Sanz
El cinismo elevado a doctrina de Gobierno
Manuel Herminio Iglesias
DENDE SEIXO-ALBO
Facer veciñanza
Carlos Risco
LA CIUDAD QUE TODAVÍA ESTÁ
El puesto de garrapiñadas
Lo último
ATENCIÓN INTEGRAL
El programa Madres ayudó a 31 barquenses
La Región
CARTAS AL DIRECTOR
¡Hasta nunca 2025!
40 AÑOS DE LA ADHESIÓN A LA UE
Raquel García: “España siempre ha sido el buen alumno, el socio fiable, en europa”