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HISTORIAS DE UN SENTIMENTAL
Estos días, como ha trascendido, ha producido una enorme indignación le equivoca insinuación al presentar sus memorias, sobre todo de cama, de María García, conocida como Bárbara Rey, con respecto a Adolfo Suárez, ex presidente del Gobierno, que contaba en Galicia con leales seguidores, sobre todo en su etapa en el CDS, tras haber presentado su renuncia a la presidencia con lo que se sigue considerando un discurso ejemplar. Entre esos amigos, admiradores y correligionarios de Suárez se ha llegado a hablar estos días de rendirle un homenaje de recuerdo. Quizá se haya traído a colación, tras lo de Bárbara Rey. La ex querida de Juan Carlos ha dejado caer una insinuación insidiosa sobre Suárez, a la que ya ha respondido con templanza la que fuera su secretaria. Pero lo ha manifestado en las televisiones y está en su libro de memorias, amplio relato de todas las camas que visitó.
España le debe mucho, sin duda, como reconocen hasta quien se hallaba en otra orilla de sus ideas
En Galicia, Suárez e prodigó mucho cuando promocionaba el CDS, y uno de sus hombres esenciales aquí fuera el periodista e historiador Gerardo González Martin. Recuerdo una noche memorable cuando presentó el CDS en una cena multitudinaria en Chapela y fue varias veces huésped de la Asociación de la Prensa de Vigo, en cuyos locales, abiertos a la sociedad, celebró varias ruedas de prensa. Siento una marcada simpatía personal por Adolfo Suárez a quien tuve ocasión de tratar. Creo que fue un hombre decente que salió de la Moncloa sin aspavientos. España le debe mucho, sin duda, como reconocen hasta quien se hallaba en otra orilla de sus ideas. Había Estudiado Derecho en Salamanca y desarrolló una rápida carrera política dentro del último franquismo, protegido por Fernando Ferreiro Tejedor, su tutor que lo proveyó de diversos cargos en su etapa inicial.
En 1981 presentó su dimisión como presidente del Gobierno tras el desmantelamiento de la UCD. Creó junto a otros dirigentes de UCD el partido Centro Democrático y Social (CDS) y fue elegido diputado en Cortes, hasta que abandonó la política en 1991. Se retiró de la vida pública desde 2003 por ser diagnosticado con Alzheimer. Falleció en 2014 por mor de una enfermedad pulmonar obstructiva crónica. Tras su fallecimiento, le fue concedido el collar de la Orden de Carlos III y se modificó el nombre del aeropuerto de Madrid-Barajas en su honra.
Era, en el trato personal, un hombre sencillo y agradable, y muy discreto. A pesar del mucho que le debía a la propia consolidación de la monarquía, Juan Carlos llegó a hablar mal de él. El 10 de enero de 2021, gracias al diario monárquico ABC, nos enterábamos del que Juan Carlos pensaba de sus presidentes de Gobierno, pero su testimonio es especialmente ingrato con Suárez, que fue elemento esencial para que la monarquía creada por Franco pudiera ser aceptada los españoles, una vez adecuadamente adaptada. Suárez evitó convocar, como tantas fuerzas democráticas exigían, someter la Corona a un referéndum previo sobre la forma de jefatura del Estado. Según ABC, en los años en los que Emilio Alonso Manglano fue director de la Inteligencia española entre 1981 y 1995, lo Rey Juan Carlos compartió con él reflexiones, secretos y valoraciones. Y fue muy crítico con el hombre al que tanto debía. Y también Juan Carlos contaba en la cama a la tal María García, Bárbara Rey, secretos de Estado.
En Galicia volvimos a ver la un Suárez ilusionado con su nuevo proyecto, tan alejado de la jaula de grillos en que acabara la UCD para ocupar un espacio de centro que sigue siendo necesario en la política española. Francamente, caía bien a todo el mundo y saluda, dando a mano, con marcada sencillez y cordialidad. Los periodistas que nos acercamos a él apreciamos su discreción a la hora de tratar determinados asuntos, pero tampoco los eludía de frente. No se consideraba una figura histórica, ni esencial como otros y asumía con humildad la etapa que le tocara ejercer. Recuerdo que, al contrario que otros políticos, él no hablaba mal de nadie. Y no merece que una antigua barragana o manceba de Juan Carlos I enlode su memoria ni el respeto que nos merece.
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