Arturo Maneiro
PUNTADAS CON HILO
El Prestige del Gobierno sanchista
Uno de los grandes temas del pensamiento político es, ciertamente, las relaciones entre el Estado y la sociedad, hoy en franco retroceso.En efecto, a la vista de lo que está aconteciendo, podríamos preguntarnos: En este tiempo, parece que el Estado, que está al servicio del interés general y del bienestar general, se olvidó, y no pocas veces, de los problemas reales del pueblo. Claro, el Estado no es un ente moral o de razón únicamente, el Estado es lo que sus dirigentes en cada momento quieren que sea, ni más ni menos. Es decir, el Estado, al contrario de lo que pensaba Hegel, para quien era la suma perfección por encarnar el ideal ético en sí mismo, tiene pasiones, tiene tentaciones, porque está compuesto por seres humanos, y a veces actúa conculcando los más elementales principios de la ética pública. Esta realidad se constata todos los días y en todos los países con sólo abrir las páginas del periódico o asomarse a los telediarios con cierta frecuencia.
El modelo de Estado “intervencionista” acabó por ser un fin en sí mismo, como el gasto público y la burocracia
Por eso, el Estado debe colocar en el centro de la actividad pública la preocupación por las personas, por sus derechos, por sus aspiraciones, por sus expectativas, por sus problemas, por sus dificultades o por sus ilusiones. Sobre todo, porque el Estado se justifica para la protección, promoción y preservación de la dignidad del ser humano.
El modelo de Estado “intervencionista” acabó por ser un fin en sí mismo, como el gasto público y la burocracia. Ahí tenemos los datos de la deuda pública, de desempleo, del número de funcionarios y empleados públicos, que hablan por sí solos y nos eximen de largos comentarios. Hoy más que nunca hay que recordar que el Estado es de la ciudadanía y que los intereses generales deben definirse con la activa participación de todos los miembros del cuerpo social. De lo contrario, se desnaturaliza el sistema y se pone a disposición de quienes lo usan para apropiarse en su propio beneficio, tal y como la prensa nos cuenta cada día. Por eso, la reforma del Estado sigue pendiente.
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