Miguel Abad Vila
TRIBUNA
El experimento de Minnesota
Donald Trump, desde siempre, siente fascinación por la familia real británica. El rey Carlos, que lo sabe perfectamente, al igual que el primer ministro Starmer, desplegaron todos los elementos de seducción para meterse en el bolsillo al presidente americano.
Importa mucho su apoyo en este momento: Donald Trump decide sobre los aranceles que aplica EEUU sobre su país, apenas ha dado trato de favor al Reino Unido desde que no pertenece a la Unión Europea, y además el mundo está hoy especialmente convulso con las guerras de Gaza y Ucrania, y Trump quiere tener papel protagonista en esos dos graves problemas.
El Reino Unido se ha volcado con Trump, sobre todo el rey Carlos. Utilizaron el boato más impresionante para recibir al presidente americano, el único jefe de Estado que ha realizado dos visitas de Estado a ese país. Dos. Una en cada mandato. A ello se suma alojamiento en Windsor, carrozas, himnos, desfiles militares, y la familia real en pleno. Carlos III dedicó sus mejores palabras a su invitado, de quien elogió sus intentos “ para encontrar soluciones a los conflictos internacionales”. Nada podía sonar mejor a quien aspira a recibir el premio nobel de la paz.
Una imagen detestada por Trump reflejada en una de las torres del castillo de Windsor: la fotografía de Trump con el pederasta Epstein, que se suicidó cuando estaba en prisión a la espera de juicio
En la calle, sin embargo, el recibimiento no fue tan apoteósico. Manifestaciones, gritos contra Trump y, lo más hiriente, una imagen detestada por Trump reflejada en una de las torres del castillo de Windsor: la fotografía de Trump con el pederasta Epstein, que se suicidó cuando estaba en prisión a la espera de juicio. También el nombre de Epstein es maldito en la familia real británica, por su relación con el príncipe Andrés.
El segundo día de visita se centró en un encuentro con el premier Keir Starmer. Laborista que no vive su mejor momento, entre otras razones porque el partido que más crece en el Reino Unido es el de Farage, la extrema derecha. Que tiene a Trump como referente.
Los dos dirigentes, Trump y Starmer, defienden posiciones muy distintas respecto al escenario internacional. Trump es incondicional de Netenyahu respecto a Gaza, donde el presidente americano tiene puestas esperanzas inmobiliarias que enriquecerían aún más su ya ingente patrimonio; Starmer muestra más sensibilidad hacia el pueblo gazatí y su sufrimiento. Respecto a Ucrania, los dos apoyan a Zelenski y colaboran con ayuda militar, pero lo hacen con la máxima cautela y mirando muy de cerca las decisiones de la UE.
En el aspecto bilateral, con Trump no es tan evidente como en tiempos pasados la alianza indestructible entre Estados Unidos y el Reino Unido, pero también es cierto que la UE ha perdido peso en el escenario internacional y Trump empieza a mostrar más interés hacia Londres. Aunque, lo que más le impresiona, es haber sido recibido a lo grande por el rey Carlos.
Un gesto que no olvidará cuando lleguen momentos de tensión en las negociaciones, a todos los niveles, que tenga que hacer el gobierno americano con el Reino Unido en el futuro.
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