Lo siento

Lo siento por todas las veces que no fui capaz.

Capaz de mantenerte en una serenidad constante que borrase todos las inseguridades, que apartase todas las piedras. Capaz de deshacer los nudos que se forman al pie de la cama por las noches. Pero la gente comete errores, por eso ponen gomas de borrar en los lápices.

Lo siento por los números rojos, por todas las mudanzas. Lo siento porque la confianza algunas veces se adormece y el miedo se adjudica el título de administrador. También lo siento por el miedo. Al principio, sobre todo.

Cuando el único ruido alrededor eran los camiones de la basura.

Siento que nuestro plan nunca vaya a ser para tres.

Lo siento por todos los trenes que llegaron tarde, por los que no llegaron, porque la calefacción es muy cara y el aire acondicionado muy pequeño. Siento que no hayan abierto Primor y que ya no podamos comer juntos en La Romántica. Yo también siento no volver a la media lasaña.

Las prisas, las noches demasiado largas, los del bar de abajo cantando Ritmo De La Noche, las pastillas, la cama de 90, Iberia, Renfe, las ampollas, Madrid.

Por todo eso, lo siento.

Lo siento porque te dan pena las palomas, aunque todo el mundo las odie, aunque rompan las vajillas de las terrazas. Por los animalitos que mueren en las películas. Porque te daba pena madre, y ahora te da pena hija.

Lo siento por no ser más joven y poder pasar más vida contigo. Por no habernos tropezado algunos años antes, en el Froiz de la Habana, en el concierto de El Coleta. En alguna fiesta de Halloween a la que nadie nos invitó y decidimos ir por si pasaba algo. Siento no haber nacido más tarde. Siento no conducir para poder llevarte a Narón, o a Listanco, o al Primavera Sound.

Que Family no vayan a volver. Que The Cure se vayan a jubilar.

Siento todas y cada una de las veces en que no fui capaz de reaccionar, las que me enfadé porque nadie antes de ti me enseñó que dejar de ser un ignorante se cura prestando atención. Siento haber roto la Roomba y las manchas de lejía que le dejé al vestido que te acababas de comprar.

Que la monstera blanca no sobreviviese y que todas las veces que fuimos al Catador nunca había almejas, que quizás por eso aprendiste a hacerlas. Siento no haber sido lo esperado, algunos días, en algunos sitios, cuando me dijiste que me quedaba calvo. Cuando abandoné por lo que me hizo él.

Las siestas en que dormí de más, la inútil del Teletaxi, el Juego de Tronos, las salas de espera, las migrañas, el SPSS, las sillas demasiado altas, el vodka negro con limón.

También lo siento por eso.

Porque esta ciudad parece enorme si tú no estás.

Lo siento, de verdad, por todas las veces que no fui capaz.