Opinión

La Fe de Rosario

“Yo no sé si Dios existe, pero si existe, sé que no le va a molestar mi duda”. (Mario Benedetti)

Rosario es pequeña o más bien encogida. Nos cruzábamos casi a diario en el patio, sobre las siete de la tarde. La conversación nunca fue más larga que un hola. Ella iba apresurada y yo no tenía nada más que añadir. Apenas nos conocemos. Somos vecinas pero nunca nos hemos pedido ni la sal ni el azúcar. No sé qué sabe ella de mí, yo de ella poco, salvo que es una mujer religiosa que no faltaba ni un día a la cita con su Dios: Para rezarle, para darle las gracias o para pedirle algún favor. Las cosas que, supongo, se hacen habitualmente desde un banco de madera elevando la mirada hacia una imagen redentora o bajando los ojos en una humilde súplica. Ahora ha cambiado la cita de las 19,30 en su iglesia por la de las 20.00 horas en su balcón. Religión y ciencia, ciencia y religión. No tengo mucha idea de cómo se relacionan ambas en el pensamiento de Rosario aunque, tal vez en estos momentos tan raros, sólo sea una cuestión de fe. Una le cura el alma, la otra el cuerpo. Rosario debe echar mucho en falta las liturgias y el encuentro social de cada día frente a las puertas de la iglesia, su particular ventana al mundo. 

Pienso que cuando la creencia es tan grande como la que le presupongo a mi vecina, el consuelo ante la tragedia también debe ser impagable. Envidio entonces la posibilidad de encontrar alivio en la pena más negra y de tener respuestas ante las infinitas preguntas que asoman sobre los agujeros en los que caemos. A eso no llega la ciencia. 

Rosario sigue rezando. Lo hace a cada momento, desde cada rincón de su casa. Hoy será un día triste para ella: Su Virgen no saldrá en procesión y no podrá escuchar misa. 

Cuando la fe religiosa te guía a través de la vida, una pandemia de estas características ¿es un castigo o no tiene nada que ver con la divinidad? Cuando dios es el señor todopoderoso que creó al universo, esta realidad que nos asfixia ¿te enfada, te espanta o te reconcilia? Estoy segura de que Rosario no se cuestiona tanto el mundo que le ha tocado en suerte y mucho menos las cuestiones relativas a su fe. Sólo lo acepta. 

Reconozco que siento celos de esa entrega casi mística, sobre todo si intuyo que arrastra consigo un respiro. La verdad ya es otra cosa. Esta tarde, las dos volveremos a aplaudir con fuerza con la esperanza de que todo vaya a mejor. Ella seguirá rezando. Ojalá fuera así de fácil. 

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