Fernando Ramos
HISTORIAS DE UN SENTIMENTAL
El Archivo Llanos de Ribadavia y las fotos de la campaña de África
No. Rotundo y abrumador, aunque sin acuerdo en las razones que llevan a esa conclusión. ¿Escaso, excesivo, mejor no tenerlo?
Hay una cruda realidad internacional: el poder de una nación va acorde con sus ejércitos.
Las Fuerzas Armadas españolas desde 1978 han estado sometidas a cambios profundos dirigidos desde el nivel político con la idea inicial de desfranquizar un Ejército que según sus parámetros “amaba en exceso a España” y se sentía “heredero de los héroes que la forjaron”, inadmisible cuando era necesario hacer concesiones a los dirigentes intelectuales del terrorismo de la ETA y al independentismo catalán: una política de desmembración del Estado. Parecían todos de acuerdo en la “desmilitarización de los militares”.
Nuestras FAS no deben tener componente alguno ideológico y su dirección debe ser un asunto de Estado en el que se conjuguen los diálogos y acuerdos entre las distintas fuerzas políticas con el asesoramiento militar e íntima colaboración entre todos. Una política de Estado con proyecto y proyección, sin interrupciones ideológicas ni rupturas presupuestarias. Sin mandos en la cúpula militar en los que se descubra un afán político inadmisible.
La Defensa de cualquier nación se estructura de acuerdo con su geografía, posición estratégica, demografía, recursos, historia, intereses económicos y alianzas. Todo ello lleva a conformar un Ejército de variable estructura y composición, pero de continuidad en principios y virtudes, fiel cumplidor de la misión que la Constitución le otorga. Incluso hay que dar un paso más ya que el campo de batalla no es específico de los soldados, sino que toda la población forma parte de la Defensa, algo que es necesario inculcar, dirigir y enseñar. Más que un servicio militar obligatorio, como ahora se reclama en muchas naciones europeas, lo que hace falta es tener conciencia de defensa de la nación.
Los errores de bulto cometidos en España van desde un déficit presupuestario militar crónico que a pesar de su subida, por imposición de Europa, es insuficiente mientras no se convierta en estructural, al de una grave falta de atención hacia los soldados para el desarrollo de un futuro familiar estable junto a deficiencias en su formación que pueden confundir la vida militar con la de un funcionario.
De manera intencionada se ha suprimido la imagen paradigmática del soldado de combate, se pretende ocultar la popular imagen del legionario e incidir en la beatífica labor propia de otras organizaciones. Ese espíritu, si se introduce en la formación, sería demoledor.
La cruda realidad de la guerra a las puertas de casa hace que la preocupación se extienda a muchos sectores, también entre los mandos militares, que se dan cuenta de que no tenemos el Ejército que necesitamos y que no hay intención política alguna de modificar esta deriva que nos lleva a la desconfianza en el concierto nacional e internacional.
Tal como son los que mandan son sus subordinados y no hablo de los militares, sino de los que mandan sin haber jamás obedecido.
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