Terciopelo azul

TINTA DE VERANO

Publicado: 17 sep 2025 - 03:05

Opinión en La Región
Opinión en La Región | La Región

Al inicio de “Terciopelo Azul” (David Lynch, 1986) la cámara baja desde el cielo para fijarse en una impecable valla blanca de madera, delante de la cual se cimbrean al viento media docena de rosas rojas, mientras suena la célebre canción que da título a la película. Un bombero saluda al espectador desde su coche, otra valla perfecta -esta vez, con narcisos- y un grupo de escolares que cruza la calle guiados por un adulto. Un día tranquilo en una villa modélica.

La cámara se detiene entonces en la casa de un hombre que riega el jardín, al tiempo que su esposa ve la televisión -una escena donde una mano enguantada empuña una pistola-, ignorante del drama a punto de desatarse. Entrelazando planos de la manguera perdiendo agua por el enganche a la vez que se enreda en una rama, se muestra al hombre caer víctima de un ictus mientras, a su lado, el perro juguetea con el agua que todavía brota.

En ese momento, la música se desvanece y la cámara desciende a ras de suelo, avanzando entre la hierba hasta alcanzar unas hormigas que, en pantalla, parecen descomunales, devorando algo orgánico, como metáfora de la inquietante realidad oculta bajo la apariencia perfecta del idílico suburbio: poco más tarde, el protagonista -hijo del hombre que cuida el jardín- descubrirá una oreja humana en el césped de un descampado.

Viene esta secuencia a la memoria tras ver la portada de este domingo en La Región -durante la redacción de la entrega semanal de esta columna-, cuyo titular central es “Ourense es la provincia española con menor número de fumadores”; acompañada de una gran imagen del descenso del río Sil en un soleado día de este verano que todavía perdura. Eso sí, entre el resto de las noticias, destacaba negativamente una derrota del COB.

Nuestros titulares componen una suerte de postal, una narrativa del sosiego, en contraste con los correspondientes a las grandes urbes, siempre dominados por el ruido de la urgencia, ya no digamos en las ciudades que sufren algún tipo de conflicto bélico. Pero, a veces, sobre un anodino telón de fondo, se proyectan sombras imperceptibles; pequeñas manchas que apenas enturbian la perfección estética de nuestra “normalidad”, aunque ahí están.

Esta languidez que nos reconforta también puede adormecer la mirada crítica, haciéndonos olvidar que cualquier postal, por luminosa que parezca, esconde siempre un margen oscuro que es el que completa el cuadro. Toda sociedad, incluso la más amable, tiene su anverso y su reverso; grietas no siempre visibles en las noticias y que sólo se revelan cuando el foco de la cámara se acerca o desciende a ras de suelo.

En la villa ficticia de Lumberton, imaginada por Lynch, es una oreja hallada en la hierba la llave para abrir el túnel metafórico hacia el crimen, la perversión y la ambigüedad moral. Tal vez túneles no menos oscuros se ocultan bajo nuestras excelentes cifras de fumadores -o, más bien, de lo contrario-. Y, hablando de fumadores, ya lo dice la romanza de una conocida zarzuela: por el humo se sabe dónde está el fuego.

Ciertamente, Ourense es una de esas capitales de provincia donde casi nunca pasa nada. Y donde, precisamente por eso, cuando algo sucede -y La Región, como siempre, lo cuenta- adquiere resonancias singulares; porque, en la calma, cada gesto disonante sobresale como un acorde extraño. Nuestro costumbrismo amable, al que esta ciudad se presta, no impide que, con rascar un poco, baste para descubrir una oreja cortada oculta entre el césped.

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