Las termas de Outariz

Publicado: 12 mar 2025 - 07:06

Termas de Outariz.
Termas de Outariz. | José Paz

Se hace muy difícil explicar a un forastero (o a uno mismo) por qué esta ciudad ha vivido de espaldas a sus fuentes termales durante tanto tiempo. En qué momento, un lugar fundado junto a las ninfas de sus aguas curativas, enfermó de una amnesia que dura siglos. Son tantas las emanaciones sulfurosas en este rinconcito del mundo que se habla de una falla volcánica privilegiada, de donde emergen millones de litros de agua termal cada día. Los romanos, visionarios extractivos, estuvieron muy atentos a estas caldas y supieron aprovecharlas. Hasta hace poco, las casas de baños atajaban la función sanadora combinada con una idea de higiene pública desprovista de lo mágico. Después de eso, el silencio.

Un lugar fundado junto a las ninfas de sus aguas curativas enfermó de una amnesia que dura siglos.

Somos muchos los que pensamos que la única buena idea que ha florecido en Auria en los últimos cincuenta años es la de reconciliarnos con el patrimonio termal. Siempre que regresaba a Auria venía, yo solo o con mis hermanos a darme un baño a las termas. Preferíamos las de Outariz, públicas, abiertas, maravillosas. Con ellas, además de la ardida Chavasqueira y las siempre ahogadas termas de O Muíño, había un lugar donde aprovechar las aguas mágicas a cualquier hora del día. Ya no eran solo fuentes medicinales donde la gente iba a curarse las heridas. Se proponía radicalmente hacer del paisano un agüista-filósofo y reeducarlo con aquello del caldarium-temidarium-frigidarium, la gradación termal romana. Era espectacular ir por la noche y remojarse distinguiendo alguna de las estrellas que resisten el resplandor de la ciudad y brillaban para el bañista, junto al bramor del río. Y si llovía fino, mejor todavía, uno tenía el privilegio de sentirse como un centurión romano siendo su piel una pila de vapor. Era increíble comprobar cómo los vecinos que frecuentaban las termas hacían de ellas un lugar más para el esparcimiento y los asuntos cotidianos. Apareció una especie de urbanidad termal, que va del hablar bajito al posar de chancletas en el lugar indicado. De Partovia a Bembibre, la provincia entera, desde sus balnearios y casas de baños en ruinas, quiso recordar que este es un lugar privilegiado en el mundo para curar los huesos con el agua mágica.

Preferíamos las de Outariz, públicas, abiertas, maravillosas. Con ellas, además de la ardida Chavasqueira y las siempre ahogadas termas de O Muíño, había un lugar donde aprovechar las aguas mágicas a cualquier hora del día.

Este buen asunto de ir hasta las termas ha dejado de existir. Desde que he vuelto a Auria no hemos podido ir nunca más. Qué triste paradoja. El único futuro de esta ciudad geriátrico para enseñarse ante el mundo permanece medio cerrado y malfuncionante. Con unas termas vigiladas que cierran como los malos parques, castigando a la gente, verdadera dueña de todo esto, sin su disfrute. Uno cree que los servicios públicos deben ser útiles y nunca utilitarios. Que lo público tiene que ser rentable para los espíritus y no para los bolsillos. Para eso está lo de todos. Para que sea disfrutado y no dependa de que le cuadren las cuentas a un mindundi. Quizá terminen privatizando hasta el río, pero no se puede dejar de recordar con nostalgia que esta ciudad ha sabido en algún momento disfrutar de su privilegio geotérmico. Que las aguas siguen filtrándose desde las capas profundas de la tierra para manar en forma de regalo mágico. Y que remojarse en ellas hasta que el cuerpo se vuelve una cosa humeante y volver a activar la sangre con un baño frío entre poza y poza es un pasaporte a la felicidad más absoluta. Ojalá ese reencuentro tímido vuelva a producirse. ¿Qué haría un lugar cabal con este patrimonio de azufre y magnesio?

Que las aguas siguen filtrándose desde las capas profundas de la tierra para manar en forma de regalo mágico.

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