Pilar Cernuda
LAS CLAVES
Sánchez, cuestionado por los suyos pero inamovible
Es una expresión familiar en las retransmisiones deportivas oír “le tomó la matrícula”. Se refiere a la actitud de un jugador que, tras sufrir una tarascada de un rival, se la jura, va y se la devuelve en un trance posterior. En esta ocasión, se trata de un artículo, sin referirse a la inscripción oficial en una institución para poder estudiar o, incluso, registrar un vehículo para que pueda circular. Va en el tono futbolístico trasladado a la alta política o Realpolitik. Los desencuentros entre Trump y Sánchez dieron y están dando pie a que Trump -que, además, de altivez va sobrado-, ante los devaneos y vacilaciones de Sánchez, le haya tomado la matrícula y lo mantiene en su punto de mira. Así, tras sus primeros escarceos derivados del gasto militar ya dio lugar a alguna zancadilla, hasta ahora no catalogada de juego peligroso.
Cuando se juntan el hambre con las ganas de comer, nada bueno pronostican
Lo dicho hasta ahora ocurre motivado por la OTAN, que no estando en su mejor momento, ni de fuerza, ni de credibilidad, cuando todas las informaciones contrastan en su última reunión de jefes de las fuerzas aéreas de la Alianza, con la fundada inquietud debido a las violaciones del espacio aéreo y la consiguiente necesidad de adopción de medidas adicionales de defensa, pues llega nuestro Sánchez y se hace el remolón. O dice una cosa y hace la contraria, como es su costumbre. Sánchez preside un Gobierno que pertenece a la OTAN de pleno derecho, teniendo el deber de contribuir, según lo acordado por sus miembros. Pero anda a saltos de mata. Primero va a pagar; llega a España y sus socios le leen la cartilla y da marcha atrás. Lo amenazan en Europa y, entonces, se queda a medio camino, entre contribuir con lo que corresponde o nada. Ante tanto tira y afloja, incertidumbre, o el cachondeo de cumplir con los acuerdos…, pues el “amigo” americano, Trump, anota con la toma de la matrícula.
Lo cierto es que se está, o no. Los miembros de la OTAN se muestran atónitos al albur de las diatribas del día que tenga Sánchez o de las exigencias de sus socios de investidura. Hay quien piensa que Sánchez se cree que está hablando y negociando con las Comunidades Autónomas españolas, tal y cómo acostumbra hacerlo. Pero en un momento como el actual, en el que España y el Sur de Europa, se enfrentan a amenazas de drones marítimos, con la espada de Damocles apuntando, con la que cualquier país puede ser atacado, la pertenencia a la OTAN tiene que ser de absoluta garantía. No estarlo, como piden progresistas de salón y caviar de la izquierda, es otra opción: pero que se tome, entonces, la decisión de la retirada. La acendrada trayectoria de estar amagando no sirve y desorienta, como tampoco vale querer estar en la procesión y repicando las campanas al mismo tiempo.
Es por ello que en la última cumbre de Egipto sobre el plan de paz, cogida la matrícula a Sánchez, la chulería y prepotencia de Trump, frente a un expectante Sánchez, el estadounidense acudiera, a la tradicional y protocolaria foto de familia, a la “encajada de manos”. “Encajada”, que nos lo explica el consultor en comunicación política Antoni Gutiérrez Rubí: “La dinámica de la encajada, su duración, la superposición o cambio de posición de las manos, con interacción global entre miradas y gestos”. Yo lo traduzco como la expresión física de la toma de matrícula, con la finalidad de que se entere, si es que no se había dado cuenta. Por eso ya sugirió que España debería ser “expulsada” de la OTAN, y, a mayores, las amenazas de los aranceles. Cuando se juntan el hambre con las ganas de comer, nada bueno pronostican. OTAN sí, o OTAN no. Lo que no es de recibo es jugar en la ambigüedad con de defensa o, si les suena mejor y prefieren, de seguridad de un país, cuando la Comisión Europea presentó su plan para orientar inversiones en un programa que incluye poner en pie un “muro antidrones”, defensa novedosa, necesaria y que no sale gratis. En España a Sánchez no se le tomó la matrícula, porque es demasiado conocido. El “amigo” americano la anotó y registrada quedó.
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