Opinión

Las autonomías, en positivo

En buena parte, es hasta cierto punto lógico, que en determinadas cuestiones, o en determinados estados de ánimo, cuando nos vence el desencanto o la impotencia, podamos ser seducidos por los mensajes populistas que los partidos suelen lanzar de cuando en vez. Unos lo hacen más que otros, es cierto, pero todos lo hacen. Bien podría adecuarse la célebre frase “A los socialistas de todos los partidos” que Friedrich A. Hayek utilizó como dedicatoria de “Camino de servidumbre” a la de “A los populistas de todos los partidos”, por ser el populismo herramienta tan común y eficaz en el combate político cotidiano.

Uno de estos mensajes que últimamente ha calado vigorosamente en parte de la ciudadanía es aquél que clama por la supresión de las autonomías como sistema de organización territorial del Estado español consagrado en la Constitución de 1978. ¿Cómo se ha llegado a que más de un 20% de los encuestados, según los datos que arroja el barómetro del CIS de noviembre del pasado año, prefiera un Estado con un único gobierno central, sin autonomías? Parece que el actual contexto de elevado malestar social, deterioro institucional, polarización política y exacerbación de los nacionalismos independentistas, pueden estar detrás de esta percepción que, fundamentalmente, ha esgrimido Vox en las dos últimas citas electorales.

No se equivocan quienes piensan que se ha llegado demasiado lejos en el proceso de transferencias autonómicas. Es posible que el sistema electoral que nos trajo la transición, con las repetidas concesiones a los partidos nacionalistas bisagra a cambio de estabilidad de gobiernos, inoculara, silenciosa, pero paulatinamente, un perverso veneno que pervirtió, corrompió y adulteró el modelo autonómico diseñado para el mejor desarrollo periférico de los territorios que conforman España. Así mismo, es también cierto que, sin duda, los distintos gobiernos han reprimido, disuadido o rehuido la acción de la alta inspección del Estado contra el obsceno adoctrinamiento educativo que han llevado a cabo algunas comunidades autónomas. 

Todo esto y mucho más, sí. Pero, a pesar de ello, hay que tomar un poco de aire antes de sumarse tan alegremente a la nueva ola que parece atraer tales actitudes favorables al centralismo. A algunos habría que preguntarles ahora, en el actual escenario político español, si verían con agrado que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias concentraran todo el poder político en sus manos. Es decir, todo el poder que les otorga la jefatura del Estado, junto con todo aquél que actualmente esta conferido a las Autonomías.

Probablemente sería mejor enfatizar en que la alta inspección pueda ser realmente libre y eficaz en sus competencias, poder rescatar o reorientar algunas de las competencias transferidas o, más allá, crear contrapoderes descentralizando mucho más otras, acercándolas a los municipios y a los ciudadanos. Lejos de pensar en enterrar las autonomías, pensemos en ellas como un modelo de contrapeso que evite que las mismas manos manejen a su antojo la totalidad de la maquinaria del Estado.

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