Opinión

Álgunos no han visto

La frase de Antonio Garamendi, el presidente de la CEOE, que se ha hecho famosa estos días: "Algunos no han visto una empresa en su vida", es muy buena. Lo reconozco. Muy buena publicitaria y comunicativamente. A Garamendi le faltó añadir la segunda parte: "Algunos no han visto una familia sin recursos en su vida". Una familia como millones de familias, en las que uno o varios de sus miembros trabajan para alguna empresa. Algo que es habitual e inevitable en nuestro país y en casi todos.

A mí Garamendi me cae relativamente bien, me parece un tipo razonable que habla con sentido común, es educado y no dice las animaladas habituales a los que nos tenían acostumbrados los anteriores presidentes de la CEOE, pero como todos en este mundo Garamendi barre para casa. Vale, es su trabajo. Yo también barro para casa y creo que Garamendi y sus colegas como he apuntado más arriba, no han visto nunca una familia sin recursos, simplemente porque no miran a su alrededor salvo que su alrededor sean las tumbonas de la piscina de su casa en Puerta de Hierro. No ven más allá, tal vez porque no quieren ver. Deberían volver a leer (o leer por primera vez, sospecho que no lo han leído nunca) "El Principito" de Antoine de Saint-Exúpery y prestar atención a lo que dice el zorro: "Lo esencial es invisible a los ojos".

Gran parte del empresariado español, esto es un problema endémico que tenemos aquí, parece creer que las empresas las hacen ellos solitos, los empresarios. Son como niños jugando con un Exin Castillos (perdonen la referencia setentera que revela mi edad actual) y creen que los castillos los construyen ellos solo con su habilidad y la gracia de Dios. Y no. Los castillos los construyen las piececitas del Exin una a una. Uniéndose, encajándose y apoyándose unas en otras como la estructura de una bóveda románica. Sin ellas el niño se quedaría desnudo en el suelo del cuarto de juegos, sin nada delante y probablemente llorando como un mocoso enfadado.

Sí, es verdad que el empresario es la "clave de bóveda" de esa construcción, la piedra que en el punto más alto de la bóveda acaba haciendo que todo se sostenga. Pero sin el resto de las dovelas esa piedra no serviría para nada. Ni siquiera habría castillo.

A propósito de esto hay un poema precioso de León Felipe que cantaba Paco Ibáñez en los setenta y que habla de eso, de piedras pequeñas. Se titula "Como tú" y dice así: "Así es mi vida/ como tú piedra pequeña, como tú/ como tú, guijarro humilde de las carreteras, piedra ligera/ como tú, canto que ruedas por las veredas/ como tú que no sirves ni para piedra de una lonja, ni de una audiencia, ni de una iglesia/ y tal vez estás hecha solo para una honda, piedra pequeña/ como tú." 

Pues eso.

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