Opinión

Cashmere if you can

El atasco y tragedia del Everest con unas cuantas muertes me ha hecho ir a una estantería de mi biblioteca y volver a echarle un vistazo a un libro precioso y divertidísimo escrito por un ex jefe mío, Terron Schaeffer, Terry. 

Terry, un director de marketing extraordinario, fue mi jefe en Galerías Preciados a finales de los ochenta y principios de los noventa en Madrid. Cuando Galerías Preciados se derrumbó por fin como un castillo de naipes, Terry volvió a Estados Unidos y durante un par de años fue director de merchandising de Warner Brothers en Los Angeles. Después pasó a vicepresidente en Nueva York de Saks Fifth Avenue, uno de los grandes almacenes más caros y lujosos del mundo. 

En 2005 Terry escribió ese libro digamos medio infantil que ilustró Christopher Corr, genial ilustrador inglés. Y entonces me envió un ejemplar dedicado. Es un libro precioso y divertidísimo no solo para niños, sino también para mayores. Se titula "Cashmere if you can" y cuenta la historia de una cabrita cashmere que vive en el Himalaya con su familia (papá, mamá y hermano), pero sueña con ser una top model y desfilar en Nueva York. Todo el cuento está lleno de divertidas bromas y dobles sentidos como ya indica su título "Cashmere if you can", en lugar de "Catch me if you can". La cabrita, que se llama Wawa Hohhot, gracias a la ingente cantidad de basura que dejan los turistas en el Himalaya alimenta ese deseo suyo de ser una top model devorando (no olviden que es una cabra) los especiales de moda y estilo del New York Times que acaban tirados por allí por todos los malditos excursionistas. También encuentra una cámara fotográfica abandonada con la que su hermano le hace unas fotos que envía a Nueva York y permiten a Wawa al final viajar allí y cumplir su sueño de desfilar en una pasarela. 

Bueno, el cuento es difícil de contar, hay que verlo porque no solo el texto de Terry sino también las ilustraciones de Christopher Corr están llenos de guiños y bromas y son una maravilla.

El caso es que a propósito de la tragedia del Everest recordé el cuento y lo volví a leer. Terry medio bromeando ya en 2005 alertaba de la estupidez de los visitantes del Himalaya. Que por cierto no son alpinistas. Son solo unos cretinos millonarios (cuesta un pastón eso) que pagan para que los conduzcan unos cuantos sherpas a la cima del Everest y hacerse un selfie allí para enseñárselo a los amigos. O sea, una panda de idiotas descerebrados a los que les sale el dinero por las orejas. Y nada más.

Murieron doce personas en el atasco. No me dan pena. Murieron en el estúpido ejercicio de su ocio vacío e idiota. Con el dinero que soltaron para subir allí podrían haber hecho algo decente donándolo a alguna causa buena, pero no. Prefirieron gastárselo en hacerse una foto: muertos.

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