Opinión

Como estar en misa

La semana pasada salieron varios niños por televisión en un telediario, no sé de qué cadena, explicando lo que suponía para ellos el confinamiento. Que si no podían ver a sus amigos o a sus primos o vecinos y jugar con ellos; que estaban un poco hartos de no poder correr o jugar en los columpios o a la pelota en el parque y no salir al aire libre; que estar todo el día en casa era un rollo, etc. Vamos, más o menos lo mismo que nos pasa a los mayores pero mejor contado. Pero hubo un niño que me encantó especialmente porque dijo: "Es que esto es un aburrimiento, es como estar en misa."

La ingenuidad es lo que tiene, que es lúcida y brillante y nos muestra lo que no queremos ver. La Conferencia Episcopal debería tomar nota de la frase del niño que parece inspirada por los antiguos filósofos griegos o por Chesterton. Ya saben: dejad que los niños se acerquen a mí y esas cosas del Nuevo Testamento que nunca han estado muy claras, o a lo peor nunca las hemos entendido bien. 

A mí la misa me aburrió siempre, pero empezó a hacerlo con mucha intensidad a mis 13 años. Una misa no tiene color comparada con una película, una obra de teatro, de danza o musical, con un partido de baloncesto, una acampada con los amigos, una fiesta, o una aventura personal aunque sea una infantil. Mi oración favorita como la de Sebastian de "Retorno a Brideshead", siempre fue "Dios mío, Dios mío, haz que sea bueno pero todavía no". Y sigue siendo esa. La rezo casi todos los días.

A ese niño la misa le parecía la máxima expresión del aburrimiento. Y no me extraña. A mí también me lo parece. Yo cuando era un crío y correteaba en el recreo por los patios del colegio Curros Enríquez de Ourense con mis amigos Alberto Ferrer, Afonso Monxardín, Alberto Conde y otros me convertía de repente, y ellos también, en un explorador, un osado aventurero, un pistolero, un inventor o un genio. Cruzábamos inexistentes cataratas o ríos imaginados, escalábamos montañas, navegábamos océanos o nos jugábamos la vida heroicamente en una batalla o en una guerra. ¡Qué diferencia con una misa!

Por supuesto todos entendemos que una persona puede emocionarse en una misa. Como puede emocionarse revolviendo códices en una vieja biblioteca polvorienta y tomando notas, yo he hecho cosas así y he disfrutado. Por ejemplo, me he emocionado durante muchos años todos los sábados por la mañana en Madrid tan solo yendo a ver las Meninas en el Prado. E incluso me he emocionado en alguna misa alguna vez.

Pero escuchemos al niño de nuevo: "Es que esto es un aburrimiento, es como estar en misa".

No quiero parecer malo pero vuelvo a la Conferencia Episcopal, señores: dejen los anillos, las faldas y los latinajos a un lado y escuchen al niño. Escuchen al niño.

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