Opinión

Cotorras argentinas

Este es un tema que viene de lejos: cotorras argentinas. Y lo de cotorras argentinas no tiene doble sentido ¿eh?, que nadie vea cosas donde no las hay, please.

El caso es que las cotorras argentinas son una plaga, una especie invasora parece ser, y el Ayuntamiento de Madrid había decidido liquidarlas y estaba dispuesto a cargarse unas doce mil en unos cuantos meses. No sé si lo está haciendo. 

Hace años la hija de unos queridos amigos que es bióloga y una jovencísima ilustradora científica de primera línea, recién acabada la carrera vivía en Barcelona y se sacaba unos euros vendiendo unas bonitas postales que pintaba ella en las que aparecían siempre unas cuantas cotorras argentinas sobrevolando la Sagrada Familia, el Parque Güell o pasando por delante de la Casa Batlló. Tengo algunas y son preciosas, ella es una ilustradora fantástica. O sea que Barcelona ya tenía ese problema con las cotorras argentinas mucho antes de que tuviera el problema de las cotorras indepes, y mucho antes de que lo tuviera Madrid con las cotorras originales.

Hace más años recuerdo un día en que yo estaba en O Vao, una playa próxima a Vigo, tumbado boca abajo como un cangrejo en la arena, medio adormilado. Como me gustan mucho las aves (incluso fui “birdwatcher” un tiempo) estaba atento a los gritos de las gaviotas y los chirridos de los charranes. Pero unos sonidos mezclados con los de las olas, los niños jugando y las aves marinas me llamaron la atención. Aun con los ojos cerrados disfrutando del calorcillo del sol empecé a pensar ¡uau!, ¿qué gaviotas tan raras, no? Y al mismo tiempo me puse a planear que por la noche al volver a casa tendría que poner en el equipo los cds que tengo con sonidos de pájaros, para descubrir cuáles eran aquellos. 

Pero no hizo falta. Al cabo de un rato, tras incorporarme y prestar más atención lo descubrí: eran cotorras argentinas. Resultó que había una buena colonia de ellas allí al lado, en la villa galaico-romana de Canido. Todavía la hay y supongo que hoy la colonia será aun mayor.

A mí me encantan las cotorras argentinas, hembra y macho. Es muy bonito como hablan. Seducen a cualquiera como con un tango. A finales de los ochenta cuando me fui a trabajar a Madrid la mayoría de los directores creativos publicitarios fabulosos que había allí eran cotorras argentinas macho. Conocí a algunos, no sé si decir cotorras o cotorros, y aprendí mucho de ellos, porque aparte de su labia eran tan ingeniosos y creativos como su colorido plumaje.

El plan madrileño para acabar con las cotorras argentinas es absurdo. Como los de los ayuntamientos de Vigo o A Coruña para reducir la población de gaviotas. O como ese sueño imposible de algunos ecologistas gallegos románticos de acabar con el eucalipto. Ya son todos de casa: eucaliptos, gaviotas, cotorras argentinas, nosotros mismos ¿qué más da? Llegamos tarde, chavales. Crrrr, crrrr.

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