Opinión

Dona Cayetana

Cayetana Álvarez de Toledo es un cura. Me di cuenta el otro día. Un curita de Buenos Aires con unos aparentes buenos modales y esa labia argentina que nos encandila a los españoles sí, pero un curita que solo dice bobadas. Es algo típico de los curas revenidos, hablar sentando cátedra de lo que no tienen ni idea. Por ejemplo la educación sexual, el matrimonio, el divorcio, el aborto, la libertad de prensa, etc. Cosas de las que no saben nada. Algo lógico dado que su ignorancia sobre dichos temas es enciclopédica. A mí no me extrañaría que Perico Delgado no supiera nada de cine, al igual que me sorprendería muchísimo descubrir que Pedro Almodóvar es un experto en ciclismo. Por cierto que a Cayetana, con ese nombre que tiene hay que llamarla siempre "doña" Cayetana.

Que Irene Montero sería una vicepresidenta florero como sugirió doña Cayetana una vez, viniendo precisamente de ella resulta revelador. Yo lo juro y discúlpenme ustedes, sobre todo las chicas, no he conocido una Cayetana buena en mi vida. No puedo creer que se debiera a su nombre porque sería absurdo y científicamente imposible, y tampoco se puede atribuir eso a una simple coincidencia, pero el hecho me resulta curiosamente estadístico. Supongo que los padres les ponen nombre a sus hijos o hijas con alguna intención. ¿Quién sabe? Claro que yo me llamo Víctor Manuel y nunca me he creído rey de Italia.

A mí doña Cayetana sí que me parece un florero. Un florero estupendo hecho de gerberas, estrelitzias, calas y ramos verdes de tuya, con hojas entremezcladas de camelio y eucalipto. Pero al final solo es un florero. Uno que habla por los codos y, eso sí hay que reconocérselo, hablar por los codos siendo un florero tiene mucho mérito. Los floreros normalmente no hablan. Y lo sé porque tengo varios en casa.

Doña Cayetana habla como un florero pero en lunfardo, y la cosa no encaja. Esa forma de hablar no le pega a pesar de su deliciosa sintaxis, acento y bonita construcción gramatical llena de simpáticas y aparentemente amistosas sonrisas. Ella suena en verdad, digámoslo claramente, como un bandoneón desafinado.

Doña Cayetana es un tango. Uno con la letra de aquel "Siglo XX Cambalache" de Enrique Santos Discépolo que bordaba el inolvidable Carlos Gardel: "Ignorante, sabio, chorro, generoso o estafador / todo es igual, nada es mejor / ¡lo mismo un burro que un gran profesor! / Si uno vive en su impostura y otro roba en su ambición / da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos, polizón / ¡Qué falta de respeto, que atropello a la razón! / ¡Cualquiera es un señor! / Es lo mismo el que labura noche y día como un buey / que el que vive de los otros / que el que mata, que el que cura o está fuera de la ley."

Pues eso. Un tango sí, pero... mal cantado.

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