Opinión

El débito conyugal

Artículo no apto para religiosos, si lo son no lo lean. Pero bueno, también es cómico así que no se lo tomen muy en serio.

El concepto que da título a esta columna siempre me ha fascinado: "débito conyugal". Un concepto del Derecho Canónico que parece inventado por un artista del surrealismo desquiciado que llevara media vida en una celda de aislamiento de algún sanatorio psiquiátrico del siglo XIX, regentada por carceleros sin escrúpulos. Ni siquiera a Marcel Duchamp se le podría haber ocurrido algo tan alucinante. Al lado de esto su famoso urinario es de broma. Si quieren ustedes saber lo que es arte conceptual en serio, échenle un vistazo al Derecho Canónico, es la bomba.

Esas cosas y/o ideas que no sé lo que son exactamente, pero descritas con expresiones tan elegantes como "débito conyugal" suenan a algo que no puedes entender salvo que hayas estudiado en el siglo XVI en alguna universidad extranjera como la de Lovaina, supongo.

Pero el concepto se puede explicar. El "débito conyugal" significa por decirlo hablando en plata (speaking in silver) que si eres un tío y llegas a casa con ganas de marcha, tu mujer tiene la obligación de, y perdonen ustedes, abrirse de piernas. ¡Ah!, pero si eres una tía y llegas a casa con ganas de marcha entonces no, entonces él puede largarse al bar a tomar unas birras con los amigos, ver un partido y dejar a su señora allí tirada. Eso es en esencia el "débito conyugal", ¿lo pillan? Es un concepto jurídico. Muy, muy jurídico.

La palabra "débito" ya suena algo rara ¿no les parece? En la letra pequeña de las condiciones de algún producto bancario parece tener cierto sentido, pero en este contexto yo no se lo encuentro por ninguna parte, y eso que lo he examinado desde todos los ángulos como una comadreja. Mucho menos asociado a la palabra adjunta "conyugal". Suena como si fuéramos acumulando números rojos en la cuenta del banco por no echar polvos y perdonen ustedes otra vez por el lenguaje, lo siento pero es que el tema es así, ya advertí que era gracioso.

Por ejemplo un día nos levantamos, nos duchamos, salimos a la calle y al volver de desayunar recogemos una carta en el buzón en la que nuestra entidad bancaria nos explica amablemente pero con firmeza que tenemos en la libreta de ahorro o en la cuenta corriente un descubierto de padre y muy señor mío, y que a ver como lo pagamos. Y ahí los Botín, Rodrigos Ratos o los que nos toquen no van a tener piedad. En esas cosas esos tipos son peores que un torturador morboso y sádico de la Inquisición. De la Inquisición inglesa ¿eh? aclaro, que torturó y mató a muchos más que la española, no perdamos el norte.

Y además... mucho débito sí, mucho débito pero ¿y qué hay del superávit?, en el Derecho Canónico ni se menciona. Hay que fastidiarse.

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