Opinión

Espinosa de los Monteros

En estos artículos míos en los que a veces incluyo algún retrato crítico, pero amistoso y humorístico creo, de personajes públicos de nuestro país y nuestra política, hoy le toca a Espinosa de los Monteros. Un tipo supercool, elegante, antifeminista y homófobo hasta decir basta, al que sin embargo y sospechosamente lo que mejor le quedaría no es el traje bien planchado que lleva siempre, sino subirse en tanga a una carroza del Orgullo, luciendo barba y pectorales peludos como un personaje de un comic de Tom de Finlandia. Eso sí que molaría.

Espinosa de los Monteros, cuyos apellidos ya sugieren toda clase de perversiones sexuales de alto standing en plan bondage y cosas así, es un hombre que está en contra de todo. A mí casi me cae bien solo por eso. Me recuerda a mí mismo de adolescente, cuando mis padres me decían todos los días: "¡Es que tú estás en contra de todo!". Algo que yo no entendía porque a mí me parecía que yo estaba a favor de todo y que eran ellos los que estaban en contra. Supongo que es el típico chiste del conductor que va en dirección contraria por la autopista y el helicóptero de la poli le llama la atención por el megáfono diciéndoselo, a lo que el tipo contesta ¡vaya, nos ha fastidiado, en dirección contraria van todos! 

Él, Espinosa de los Monteros, se da mucho lustre porque estudió en Estados Unidos y habla idiomas, pero en Estados Unidos también estudian muchos imbéciles y varios idiomas los hablan hasta malas personas. Eso es un hecho. Como bien podría apuntar sobre este asunto el gran Manquiña en alguna de sus memorables interpretaciones: "Una cosa no quita la otra".

Espinosa de los Monteros se llama Iván, un nombre precioso de origen ruso que le va como anillo al dedo a sus apellidos. Y está casado con una señora que se llama Rocío Monasterio. A mí estas cosas me asustan. Será porque yo me apellido simplemente González, así que cuando oigo nombres y apellidos como los de Iván y su esposa me siento como un conejo al que repentinamente sorprenden los faros de un rápido automóvil por la noche en una oscura carretera. Y entonces me quedo paralizado con las orejas en alto. Muerto ya de miedo antes del previsible e inevitable final.

El Iván más famoso de la historia fue, como sabrán todos ustedes, Iván el Terrible, un zar ruso ultra religioso y asesino que entre otras cosas conquistó Siberia y murió jugando al ajedrez. Esto del ajedrez yo no lo sabía, lo he leído en la Wiki hace un momento. Pero lo que sí sabía yo de Iván el Terrible es que mató a su propio hijo sin querer y después, arrepentido y transtornado por el dolor, ordenó que todos los espejos de Rusia fueran cubiertos con paños negros para que ni él, ni nadie, pudiera ver nunca su propio rostro reflejado.

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