Opinión

La alcaldesa

La alcaldesa de Vic, Anna Erra (con ese apellido ya le vale), ha tenido que pedir disculpas públicamente por su metedura de pata al sugerir que no se debe hablar en castellano a los castellano hablantes. Todo un hito conceptual en la enseñanza de idiomas, solo comparable a aquellos métodos Assimil con los que los educadores de mi generación intentaban sin mucho éxito que los muchachos aprendiéramos inglés. Yo cuando viajo a Rusia siempre hablo en suajili, por molestar. Lo malo es que los de San Petersburgo no me entienden.

Hay un tipo aquí en España que habla una tonelada de idiomas y se ha hecho rico dando conferencias por todo el mundo y vendiendo unos libros que se titulan "Aprenda un idioma en ocho días". Yo compré uno hace años y lo estudié a fondo. Y efectivamente, puedo certificar después de leerlo que si usted se chapa el libro entero (unas 300 páginas) y hace todos los ejercicios que se le sugieren en ocho días, una tarea ímproba, aprenderá a chapurrear un idioma más o menos. Para salir del paso, digamos.

Cuando yo era más joven, durante unos años me tomé el trabajo de poner en práctica una preciosa sugerencia de Jorge Luis Borges para mejorar el conocimiento de un idioma. Consistía según el escritor argentino en elegir una obra literaria clásica de ese idioma (una que te guste el tema), y leer todos los días quince o veinte minutos en voz alta. Esto es muy importante: hay que leerla despacio en voz alta. Lo ideal es hacerlo de pie. No importa que no pronuncies bien. Tienes que esforzarte por pronunciar bien pero no importa si lo consigues o no, y si no hay nadie que te corrija tampoco importa... tú sigue leyendo. 

En aquella época lo hice así con "Romeo y Julieta" de Shakespeare y "El Señor de los Anillos" de Tolkien (inglés); con una antología de poemas de Saint-John Perse (francés); y con el Paraíso de la "Divina Comedia" de Dante (italiano). Al igual que el del libro del tipo que cité arriba el método funciona. Es casi mágico. Mejoró mi conocimiento de esas lenguas de una forma rapidísima y sorprendente. Hoy, como he dejado de practicarlas desde hace tanto vuelvo a ser un torpe e ignorante en ellas. Las lenguas no son como una bicicleta.

A mí la idea de la señora Erra no me parece tan mal. Mis padres me educaron en castellano como tantos padres de su generación, aunque entre ellos hablaran en gallego. Pero a los niños no. Pensaban que el castellano sería mejor para nosotros. Como me largué de Galicia de chaval y no volví en treinta años me convertí en un exclusivo castellano-hablante. Pero me encanta que me hablen en gallego. Y cuando algún galego-falante se pasa al castellano por cortesía porque yo le contesto todo el rato en castellano, no me gusta. Así que la señora Erra... quizá sin saberlo no estaba tan errada.

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