Opinión

La cultura de la violación

La "cultura de la violación" es un concepto que se emplea y baraja mucho últimamente entre articulistas y en la prensa a propósito de terribles sucesos como por ejemplo los de las manadas o el suicidio de Verónica, la empleada de Iveco. A mí el puro concepto me molesta. Me molesta leerlo. Me molesta oírlo. Me molesta verlo. 

Yo soy un hombre y nunca hubiera rebotado ni reenviado ese vídeo. Lo hubiera borrado inmediatamente, asqueado, y además, creo, hubiera hablado con Verónica (estoy seguro de que muchos amigos, familiares y compañeros o compañeras suyas lo hicieron, aunque esos no salgan en los medios porque no dan tanto morbo) para decirle: no te preocupes Vero, el tipo que hizo eso es un cabrón. Un desgraciado. Tú tranquila. Olvídalo. A nosotros no nos importa. 

Y creo que esta escena y/o diálogo que me invento ahora mismo o algunas otras escenas parecidas sucedieron así más o menos como las cuento, aunque lamentablemente no sirvieran para evitar el trágico final.

No hay ninguna cultura de la violación. Eso no existe. La violación no tiene cultura. Sería como hablar de cultura del asesinato o cultura del robo. ¿Qué es eso?

A Fran Rivera le ha caído la del pulpo, y con razón, por una opinión muy rara que soltó en un programa de televisión acerca de este asunto, el de Verónica. Según él los hombres no podemos resistirnos a hacer público un video así. ¡Eh, chaval, habla por ti, no por los hombres en general! ¿A dónde vas? Quizá él y yo somos distintos.

Es lo que pasa cuando se lleva a un programa de televisión, por cierto un asco de programa, a un tipo que casi no sabe ni hablar. Porque digámoslo claramente de una vez, Fran Rivera es "tonto natural", o sea tonto como Chabeli, por lo que sus opiniones tienen tanto valor como las de un canto rodado de río. Menos seguramente, porque un canto rodado aun tiene la inteligencia de guardar silencio.

Pero la reflexión de Fran Rivera tiene un origen histórico y casi familiar muy de toreros. Aquella famosa anécdota de su tío abuelo Luis Miguel Dominguín que supuestamente tras tirarse a Ava Gardner una noche en Madrid saltó de la cama de madrugada para ir corriendo a contárselo a todos sus amigos. Una historia que nunca se nos ha explicado bien porque obviamente y como sabe cualquier persona con dos dedos de frente, fue Ava Gardner la que se tiró a Dominguín.

En fin, dejémonos de bromas. El humor está bien y puede resultar consolador, pero no siempre. La tragedia es la tragedia. La cultura de la violación no existe. Los hombres como el que o los que difundieron ese vídeo con el ánimo de hacer daño solo son unos hijos de puta, aunque sus madres no tengan la culpa de eso (se supone). Y lo mejor que podríamos hacer sería meterlos en el trullo y que se pudran allí.

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