Opinión

Será la edad

Será la edad, pero cada año es peor. Hace poco vi uno de esos estúpidos, o no tan estúpidos, "memes" de internet que decía: "Vale, Vida, ya sé que cada golpe que me das me hace más fuerte, pero ya basta. Ya soy suficientemente fuerte, Déjalo."

Hace unos días se murió un amigo. Un amigo de mi pandilla de chavales de Ourense. Muy joven. Entendiendo por muy joven mi propia edad que es la que tenía él y que puede que, pensándolo bien, no sea tan joven, 59 años. En fin. Se llamaba Pepín. Aunque éramos amigos desde críos nos perdimos la pista en la universidad en Madrid. La recuperamos hace años por casualidad, porque él empezó a leer estos artículos míos en La Región y me hacía comentarios a través del correo electrónico. Nada más.

Pepín, aparte de ser un chico cariñoso y simpático aunque serio, era sobre todo brillante e inteligentísimo. De chavales nos entretenía a los demás de la pandilla con toda clase de ocurrencias científicas sorprendentes. Le gustaba la astronomía, la ciencia, las matemáticas y todas esas cosas. De hecho estudió una ingeniería, creo que Teleco, ni lo sé seguro.

Cuando varios del grupo a los dieciocho años nos íbamos de acampada en verano por toda Galicia (él nunca venía, por cierto) nos regalaba una especie de manual anotado en el que especificaba qué día en concreto teníamos que intentar estar en las Islas Cíes, o en la Isla de Arousa, o en Santa Marta de Ortigueira, porque en esos días las lluvias de estrellas eran más intensas y desde esos sitios se verían mejor. ¡Uau!

Me regaló un libro precioso que se titulaba "Física Recreativa" y que perdí hace mucho. Un día nos dijo: "Os voy a hacer una bomba atómica". Los demás nos quedamos alucinados claro ¿cómo que una bomba atómica? Pero él contestó "bueno, una bomba atómica en pequeñito". Bien, veamos qué pasa, dijimos nosotros. 

Normalmente nos reuníamos en un banco del Parque de San Lázaro, el banco que está justo enfrente del Hotel Parque. Al día siguiente por la tarde/noche Pepín apareció allí con una mochilita en la que llevaba unas cuantas cosas. Como yo soy un ignorante en ciencia no recuerdo lo que eran, pero sí recuerdo dos de ellas porque me lo dijo y no las he olvidado: azufre y virutas de zinc. 

Después, a unos metros hizo una pequeña pirámide de una cuarta de alto mezclando todos aquellos elementos, le puso una mecha, la encendió y se vino al grupo. Ya era casi de noche. La mecha corrió, llegó a aquel cono rarito hecho de no sé qué y explotó. Y explotó efectivamente como una bomba atómica, con un hongo perfecto de unos cuarenta centímetros de altura y veinte de diámetro que se sostuvo durante unos cuantos segundos en el aire iluminado por las farolas del parque hasta desaparecer, ante nuestra atónita mirada.

Así era Pepín. Y supongo que... seguirá siendo así.

Te puede interesar