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Jesús Prieto

La vida en el umbral de la muerte

Publicado: 26 ene 2025 - 01:39

Hasta los 16 años dormía con la luz de la cocina encendida. Era una tenue claridad que me resguardaba de lo ignoto de las tinieblas. Muchas noches papá venía a la cama y rezábamos. En mis jaculatorias, que todavía recito hoy, siempre pedí que viviésemos muchos años. Porque la muerte me daba aún más miedo que la oscuridad.

El miedo es una respuesta que se cocina en la amígdala cerebral, responsable de nuestras reacciones ante las amenazas. Esto sucede para garantizar nuestra supervivencia pero, en mi caso, deja de ser un aliado para convertirse en un troyano que dibuja los horizontes más apocalípticos. Todos mis temores confluyen en una hipocondria patológica, porque tengo mucho miedo a morirme sin concluir todo lo que está pendiente.

Hay personas que no lo sienten así. La neuróloga Jane E. Joseph creía que el cerebro de Alex Honnold no tenía amígdala cuando lo estudió. Es el mayor escalador de solo integral, una modalidad en la que el deportista trepa las paredes sin cuerdas ni elementos de protección. Entre sus logros destaca la escalada de El Capitán, una roca imposible que se levanta 914 metros sobre Yosemite.

La amígdala de Honnold está sana. Lo que ocurre, es que su reacción es prácticamente inexistente ante las cosas que, a los demás, sí nos dan miedo. Asume la muerte del modo más pragmático: sabe que un día se va a morir y no le importa que sea antes de tiempo mientras hace lo que le gusta. En cierto modo envidio esa forma de pensar. Yo, que me ahogo en un vaso pensando en nuestra vulnerabilidad. En la malignidad de una célula o un par de latidos desacompasados. Pero los hay que solo sienten la explosión de la vida en el umbral de la muerte. Y puede que tengan razón a los que llamamos locos, porque viven sin red mientras muchos nos paralizamos ante una hipotética muerte, que pase lo que pase, sucederá.

“Creo que todos los que hacían solo integral están muertos ahora”, le dice su amigo Caldwell. Honnold es el candidato idóneo para incrementar la lista: Bachar, Leary, Hersey, Osman, Potter, Steck... Cuando recibe las noticias de las trágicas desapariciones de sus colegas lo hace con una naturalidad inusitada como quien piensa: es normal, se exponen a ello. ¿Qué hace entonces Honnold suspendido sobre el abismo con tan solo el apoyo de dos dedos? Busca la perfección. Una sensación que se magnifica cuando le planta cara a la muerte.

Honnold fue un niño tímido que se resguardaba en la escalada para no hablar con nadie. Su padre era Asperger y lo humillaba en repetidas ocasiones. La misma amígdala que, en su caso, apenas reacciona ante el peligro, es la encargada de la riqueza de nuestra vida social y parece la responsable de que nuestros traumas infantiles se mantengan encendidos. Para Honnold, “el pozo sin fondo del odio hacia ti mismo” es su mayor motivación.

Es probable que el desprenderse de hasta la corporeidad que nos posee sea la forma más pura de alcanzar un júbilo pleno. Asumir la muerte, ayuda. Deificar lo material, centrarnos exclusivamente en lo mundano, nos aleja de la espiritualidad, de lo que somos en realidad.

Es ahí donde me descubro otra vez pidiéndole al Dios que me enseñaron a rezarle, que vivamos muchos años. Olvidándome siempre de pedirle que los que vivamos, sean dichosos.

Y haciendo lo que nos gusta.

@jesusprietodeportes

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