Zverev, ve a terapia y lleva a tu hermano

Publicado: 06 jul 2025 - 01:05

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El tenis es un deporte psicológicamente abrasivo. La soledad asfixia, la red se levanta como el Himalaya y la duración es una incógnita que puede sobrepasar las cuatro horas. Una vez controlado esto, hay que ser mejor que el de enfrente y hacerlo día tras día en un exigente calendario de 60 torneos que comienza en enero y acaba en diciembre. Es, además, un sistema despiadado que no acepta resbalones. Si no se repite el mismo resultado que el año anterior, un torrente de puntos se irá por el fregadero, provocando un despeño en el ranking.

Es un reflejo de la sociedad. Vivimos en la era de la competitividad. Pero no bien entendida, sino voraz y sanguinaria. Una época en la que no se reconoce al amigo; de la tiranía de los ombligos; en la que el orgullo merienda empatía; y en la que la única responsabilidad es la que se tiene con la producción propia. Porque todo se mide y todo se cuenta. En ceros en el banco y en seguidores en instagram, aunque sean una mentira, porque lo único que importa es la facha. La calidad es para los viejos, Terito; la cantidad zafia es el futuro.

Esa neurosis del éxito nos emponzoña a todos. Una necesidad compulsiva de demostrar lo buenos que somos, generando una absoluta insatisfacción que nos impide disfrutar de lo alcanzado en el camino. Alexander Zverev tiene un oro olímpico, una Copa de Maestros y ha sido número 2 del mundo, pero ha perdido tres finales de Grand Slam, dos de ellas cuando estaba a un paso de lograrlo y, desde hace unos años, parece que en el tenis no eres nadie si no tienes un par de grandes, algo realmente descabellado.

Los niños de África no escogieron la pobreza, nosotros tampoco la falta de espíritu y esta presión que nos devora

Todo eso es lo que pesará sobre su cabeza cuando, tras perder contra el número 72 del mundo en la primera ronda de Wimbledon suelta una bomba: “Me siento vacío y muy solo en la vida, tengo problemas a nivel mental. Por primera vez en mi vida, quizás necesite terapia”.

Lo que no entiendo, lo que no consigo comprender, es que un tenista con un patrimonio de 43 millones de dólares en premios, que aspira ganar los trofeos más importantes del mundo a los mejores del planeta, que salta a pista ante una turbamulta, que se expone a los medios y a la sociedad, que tiene el hándicap de ser diabético y que ha vivido un caso de violencia de género, renuncie a la salud mental hasta que se queda sin aire.

El tremendo disparate de su hermano Mischa -“peor lo pasan los niños en África”- nos da una pista del desorden de la familia Zverev. Evidentemente las circunstancias de los países más desfavorecidos son deleznables y urge cambiarlas, pero muchas veces, son ellos mismos quienes nos enseñan que lo material no tiene nada que ver con lo espiritual y que todo sufrimiento es autoinfligido por nuestra forma de pensar. La importancia de la salud mental no se rige por el mapamundi ni es proporcional a los recursos de cada zona. Todos necesitamos ayuda. Aquí y en la Conchinchina. Con puntos ATP o sin ellos.

El pasado marzo, el tenista argentino Fede Gómez, con 26 años y a punto de entrar en el Top 100, aseguraba haber querido dejar el tenis y tener pensamientos suicidas, “de no querer vivir más”, justo en el mejor momento de su carrera.

Los niños de África no escogieron la pobreza, nosotros tampoco la falta de espíritu y esta presión que nos devora.

@jesusprietodeportes

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