El cambio que ya llegó al campo

Imagen de un campo en Ourense.
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Agricultores y viticultores ya están adaptando sus cultivos a un clima más hostil, más cálido y con lluvias más torrenciales

Galicia investiga desde 2007 las evidencias e impactos del cambio climático en nuestro territorio a partir del proyecto CLIGAL, promovido por la Consellería de Medio Ambiente, con la participación de más de un centenar de investigadores de las tres universidades, sobre la base de lo que ya está sucediendo y lo que podría pasar a medida que avanza el presente siglo, mirando hacia un horizonte más allá de 2050. Dicho estudio confirma la tendencia hacia un clima en el que las temperaturas aumentan de manera significativa en primavera y verano, con un mayor número de días en los que las temperaturas máximas alcanzan valores extremos y un menor número de jornadas con valores extremos en el rango más frío, menos días de heladas, menos nevadas, un incremento de número días cálidos y también de noches, lo que ya está afectando a los cultivos, en algunos casos para bien, en otros para mal, y se prevé que a lo largo de este siglo detectemos un incremento en la temperatura de las aguas, no solo del mar, también de los ríos. 

Uno de los territorios más afectados por los efectos ya perceptibles del cambio climático es A Limia, el granero y huerta de Galicia, donde se encuentra la mayor superficie cultivada de cereales y patatas de toda la comunidad autónoma. “Se está desdibujando la diferenciación tradicional del año en cuatro estaciones bien definidas”, explica Servando Álvarez, director técnico del Centro de Desenvolvemento Agrogandeiro do Inorde. “Antes teníamos inviernos lluviosos, de temperaturas suaves con días fríos, la primavera aportaba precipitaciones, que estaban más repartidas a lo largo del año y en verano, el tiempo seco más o menos estable, aunque con alguna precipitación, temperaturas que rondaban los treinta grados y un otoño suave con precipitaciones muy repartidas, de manera que el suelo tenía tiempo para drenarla. Ahora vemos un tiempo mucho más desordenado, con lluvias que se prolongan, temperaturas extremas en verano, incluso en primavera, y eso en una comarca como A Limia con cultivos como el cereal y la patata, está causando serios problemas. De hecho, este año prácticamente no se sembró cereal de invierno y habrá que esperar a plantar el de primavera, pero si se repite el patrón de altas temperaturas en mayo y junio, tampoco habrá producción, y con la patata pasa algo similar. Las lluvias a destiempo provocan problemas de encharcamiento, de plagas como el mildiu, etcétera”.

Las lluvias persistentes a destiempo también están causando problemas en otra de las grandes producciones de la provincia de Ourense: la castaña. “Las temperaturas extremas de julio y agosto están dificultando el desarrollo del fruto –explica Servando Álvarez— “y si a ello le sumamos las lluvias de octubre que han provocado la proliferación de enfermedades, nos encontramos con una de las peores cosechas de la historia”.

“La guerra contra el cambio climático ya la tenemos perdida”, sentencia Servando Álvarez. “Ya está aquí y lo que tenemos que hacer es habilitar medidas que puedan minimizar los efectos que ese cambio climático está creando en los diferentes cultivos. Y eso pasa por la selección de variedades que sean resistentes a los efectos de situaciones como el calor extremo, la sequía y las lluvias a destiempo en el caso de las patatas y otros productos de la huerta, e incluso buscar la oportunidad de variedades que antes no se podían cultivar y ahora sí. Hay muchos investigadores que están trabajando en esto, y es también una oportunidad para recuperar la agricultura regenerativa, que es una vuelta a los orígenes a una agricultura basada en cultivos tradicionales, pero con una alta carga tecnológica está entre las soluciones que se plantean.”

Servando Álvarez reconoce que en algunos aspectos exigiría cambios de paradigma. “Hay que mejorar la selección varietal, buscando aquellas que se adaptan mejor a las nuevas condiciones, puesto que existe una larga tradición de investigación en esta materia, y gestionar de una manera más eficiente el consumo del agua. Ya sé que suena raro hablar del uso racional del agua ahora que llevamos con una racha de borrascas desde el pasado mes de octubre, pero la disponibilidad de agua en el futuro todavía sigue siendo una incógnita”. 

La escasez o abundancia de agua sigue siendo uno de los aspectos sobre los que todavía hay grandes dudas, en lo que a Galicia se refiere, aunque los modelos que manejan los expertos del proyecto CLIGAL, citan como factor con alta probabilidad, que aumenten los episodios de lluvia intensa en otoño y que disminuya la cantidad de lluvia en primavera, con una reducción de las precipitaciones medias anuales y un aumento de las temperaturas medias por el reforzamiento de las condiciones anticiclónicas.

Afecta también a la vendimia

El ámbito de la viticultura es otro de los que más está acusando el impacto del cambio climático. Servando Álvarez reconoce que no es un fenómeno nuevo: “Hace unas décadas nos peleábamos por conseguir que nuestros vinos alcanzasen grado alcohólico, porque las condiciones climáticas no siempre aseguraban una maduración adecuada. Hoy sucede lo contrario, la floración se adelanta y también la maduración y hay que adelantar las vendimias para evitar precisamente que exista una sobremaduración”.

Pablo Vidal es enólogo con veinticinco años de recorrido. Desde hace siete dirige el proyecto “Vinos con personalidad” que le ha llevado a cultivar y elaborar vino en las cuatro denominaciones de origen ourensanas. Para él no cabe la más mínima duda de que en el mundo del vino en Galicia ya se sienten los efectos del cambio climático. “Todo viene más adelantado, como consecuencia del incremento de la temperatura media. Esto influye en todos los procesos vegetativos, desde la brotación hasta la maduración y el ciclo se ve acortado en prácticamente todas las variedades por la integral térmica y una buena disponibilidad de agua”.

Las temperaturas extremas adelantan la maduración, en contra de lo que se piensa. “A partir de una temperatura, la vid se paraliza como medida de defensa ante la temperatura y no madura. El mayor problema se produce con la aparición de muchas noches de temperaturas altas para lo que es la zona interior. Las noches tropicales. Estas noches de temperaturas altas aceleran la maduración, pero generan una pérdida de acidez, y con ello del frescor de los vinos y si es muy exagerado pueden llevar a una pérdida aromática. Dicho esto, hoy es más fácil hacer vinos que hace veinticinco años porque entonces te encontrabas muchos años en los que era muy difícil lograr una buena maduración y ahora es relativamente fácil”.

Para minimizar los aspectos negativos derivados de las altas temperaturas, Pablo Vidal propone “elevar la cota de plantación, para que disminuya algo la temperatura, lo que ayudará a preservar el frescor de los vinos y buscar orientaciones menos cálidas en los nuevos viñedos, mirando al Este y al Norte, que también reduce la integral térmica. En este sentido, hoy nos encontramos con zonas que antes no eran cultivables y hoy sí, y variedades que antes no maduraban bien y hoy lo hacen mucho mejor. Sucede con las de ciclo largo como treixadura, loureira, sousón, los caíños, que ahora funcionan mucho mejor.”

En este nuevo escenario, Pablo Vidal tiene claro que los vinos plurivarietales, como es el caso de los ribeiros. se van a ver beneficiados: “Los monovarietales son una moda que viene importada de otras zonas geográficas a las que les faltaba la cultura vitivinícola que tenía España, simplificando las cosas, hablando de una variedad en vez de una zona geográfica y de todas las múltiples variedades que pueden incidir en el vino”. 

Arrancar una vendimia en agosto eran una excepción hace una década. Ahora es normal en Valdeorras y Monterrei y ya empieza a verse en Ribeiro y Ribeira Sacra. El informe del CLIGAL prevé para finales de este siglo que la maduración se adelante otros 45 días  y que lo normal sea vendimiar prácticamente todo en agosto.

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