Arián González está de vuelta: "Durante días viví con gente enferma de sarna"

PROTESTAS EN CUBA

El abogado hispano-cubano que estuvo casi dos semanas preso en Cuba por manifestarse pacíficamente volvió a Ourense, la ciudad en la que trabaja y lleva afincado los últimos cinco años. Desde aquí, relata su periplo de terror en la isla caribeña

Arian González: "Durante días dormí en el suelo y conviví con gente enferma de sarna"

Arián González, el abogado y ajedrecista que estuvo preso en Cuba por manifestarse pacíficamente el pasado mes de junio, está de vuelta en Ourense. Aquí residió los últimos cinco años y aquí quiere permanecer. Volver a su país tras haber pasado diez días hacinado en la cárcel -entre enfermos de sarna y condenados a penas mayores- no parece una opción para este letrado. Un único vínculo lo ata a la “dictadura” de su país natal: su madre. Ella fue también el motivo de su viaje, del que a punto estuvo de no volver.

González viajó el 7 de junio a Cuba para visitar a su progenitora. Estaba enferma y la crisis económica y sanitaria que atraviesa el país habían limitado estrepitosamente su acceso a los medicamentos. El hispano-cubano señala que la encontró “casi anoréxica”. Tras pasar dos días en su compañía y percatarse -momentos antes de que se cortase la conexión a internet- de que habían estallado manifestaciones populares en toda la isla, “decidí unirme en Camajuaní”. Aclara que ni es un activista ni pertenece a ningún grupo político, simplemente cree “que se están vulnerando derechos humanos como la libertad de expresión, de manifestación, de prensa y de asociación”.

Bajo el derecho legítimo de expresarse, Arián González salió solo a la calle y gritó “¡Patria y vida!”, un lema que se estuvo repitiendo ese mes en toda la geografía cubana. Ni dos minutos pasaron cuando un policía le asestó un primer golpe en la cabeza y, en pleno desconcierto, otros dos lo arrestaron “como a un animal” y lo metieron en un coche.

Lo siguiente que vivió el ajedrecista fue “el peor maltrato” de su vida. Lo llevaron al cuartel de la Policía y lo encerraron. “Solo me salvó tener nacionalidad española, no quisieron demasiados problemas conmigo”, explica. Aun así, “me enviaron a prisión donde durante días dormí en el suelo y conviví con gente enferma de sarna. Llegamos a ser 15 personas en la misma celda”, recuerda. “Temí por mi vida constantemente”, añade.

No olvido la indiferencia de Josep Borrell, debería dimitir porque no es capaz de defender los derechos de los españoles

La situación era incomprensible para él, así que inició una huelga de hambre y sed que cesó a los tres días “por miedo a ser desterrado y no volver a ver a mi madre. Uno de los guardias de la prisión me dijo que ya había causado el suficiente revuelo y que pronto cambiaría mi situación”. De la cárcel pasó entonces a un arresto domiciliario y, tras ello, fue puesto en libertad.

La indiferencia del gobierno

Pero González no olvida “la indiferencia del gobierno de España, ni de Josep Borrell”, jefe de la diplomacia europea. A su juicio, “debería dimitir porque no es capaz de defender los derechos de los españoles que están en Cuba, tiene la potestad de presionar y no lo ha hecho”, señala. A quien si agradece su trabajo es a Ángel Martín Pecis: “En parte estoy aquí gracias al embajador español en Cuba, quien estuvo pendiente constantemente de mi situación”. Todo dentro de un país, “donde no existe un sistema judicial y el que hay no es independiente”.

El futuro de la isla

“Estas revueltas no fueron en vano y en mi opinión solo van a ir a más”, sentencia el letrado. “Hemos visto como golpeaban a la gente, nos constan seis muertos y, además, está el esfuerzo que hizo una gran parte de la isla al salir a la calle, que incitó a la otra parte a enfrentarse a ellos”, opina. Para él, el país tiene aspecto de guerra civil y los ánimos continuarán hirviendo porque “Cuba es un país inhabitable en el que no hay comida, medicamentos, oxígeno ni apenas luz. Cada poco hay apagones porque el gobierno no tiene medios para pagarla. Lo mismo ocurre con el agua”, explica González.

“La utopía del comunismo no existe y las nuevas generaciones ya no se la creen. Quedan las personas de la tercera edad que vivieron la revolución, pero la brecha generacional es cada vez más potente”, indica el letrado. Y vaticina que “poco queda, hay ganas de un cambio”.

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