Manuel Orío
RECORTES
Las tabillas de San Lázaro
CAMPO DO DESAFÍO
… y nunca se atrevió a preguntar, fue el título de una mediocre película de los inicios del Woody Allen cineasta, mucho antes de imaginarlo en compañía de Jeffrey Epstein… o ¡Steve Bannon!, el ideólogo de la extremosa reacción autoritaria que enseñorea el globo. Comprendo ahora la indiferencia de Trump cuando los demócratas reclamaban las fotos festivas junto al pederasta convicto Epstein: en ellas se retrataba la flor del progresismo norteamericano.
Hace tiempo que el sexo perdió línea directa con el pecado y buena parte de sus misterios, en igual medida que la ética de izquierdas se ha hecho indistinguible de la de derechas. Aquella orgullosa superioridad moral de la izquierda, que hasta alguna derecha reconocía, pero rechazaba por ascética y aburrida, es hoy un recuerdo con mucha menos salud que la de Franco 2.0. Igualados todos ya por abajo, en sentido literal y figurado, progresistas y conservadores se entregan a un hedonismo que el poder y el dinero, por minúsculas y episódicas que sean sus peanas, convierten en trampolín para la realización de la libido reprimida y las situaciones más patéticas, cuando no delictivas.
Por encima de sus respectivos estatus económicos, de poder y hasta ideológicos, algo iguala a Andrés de Windsor, Trump, Clinton o Allen con nuestros depredadores sexuales de despachito institucional y whatsapp
En recuerdo de aquella ética de la izquierda, una moral que remitía a la de los puritanos más estrictos del protestantismo y que debió ser solo el obligado subproducto de la pobreza, nos escandalizamos ante las provocaciones, insinuaciones y acosos sexuales de alcaldes, presidentes de diputación o cualificados fontaneros de partido. Imaginamos la impunidad como líquido amniótico donde estos personajes chapotean. Eso o la prepotencia de tanto baboso que, llenándose la boca y las manos con palabras de apoyo al feminismo, pancartas contra la violencia sobre la mujer y protocolos varios para prevenir el acoso por razones de sexo, se lo pasan todo por el arco de triunfo cuando el político transmuta, como el lobishome de mi aldea, en atávico cazador.
Por encima de sus respectivos estatus económicos, de poder y hasta ideológicos, algo iguala a Andrés de Windsor, Trump, Clinton o Allen con nuestros depredadores sexuales de despachito institucional y whatsapp. Tendrán razón quienes piensan que, a derecha e izquierda, todos somos iguales y, en consecuencia, los jóvenes buscan soluciones en lo que imaginan el paraíso del desarrollo y la armonía social anteriores al 20N de 1975; aquella época donde el orden en las calles y en las mentes se derramaba desde los cuarteles y las comisarías o los púlpitos y los confesionarios. Intuíamos, en cualquier caso, que todo aquello era podredumbre y una gran mentira y, por eso, las imágenes y los diálogos que Allen mostraba sobre todo lo que queríamos saber sobre el sexo, nos provocaban tantas risas que hasta nos hicieron pensar que quedábamos vacunados de espanto.
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